Todas las entradas de: Ro

Abriendo camino

Hace varios años, si, varios. Ya andabamos sobre ruedas y conocíamos bastante de nuestro bosque. Aún íbamos descubriendo una que otra ruta nueva. Y me topé con esta foto que lo demuestra.

Los orígenes de vaca muerta. Todavía era usual rodarla “hacia arriba”. Es más era como la conocíamos. Hoy en día es más una ruta “para abajo”. Pero en aquellos ayeres recuerdo que llegábamos realmente temprano al bosque y la rodábamos aún con la penumbra del amanecer para poder alcanzar a rodar a gusto y de ahí irnos a la oficina a darle para la papa.

Así íbamos, abriendo camino. Y hoy descubro que no lo hemos dejado de hacer… Seguimos abriendo camino, con cada rodada, con cada anécdota, con cada recuerdo. Con cada pedaleo, con cada caída en la bici y en la vida, nos toca seguir abriendo camino, no sólo para los que nos siguen, para los hijos, hijas, sobrinas, sobrinos, amigos y amigas, sobre todo y en principio, para nosotros mismos…

a rodar!

Ro

A los cincuenta y dos

Se llegó la fecha y nos programamos de nuevo a una rodada para festajar la vida. Ahora fueron cincuenta y dos.

Y como se ha hecho una chida tradición, aplicamos la rodada de los 52kms (esta vez nos pasamos un poco, pero no… no es crédito para el año que viene).

Esta vez me acompañaron el buen Roberrr, el Chuy, el Luis y el George… fuimos un buen quinteto y nos aventamos una ruta original, en el sentido que nunca la habíamos rodado igual, aunque si la hayamos hecho varias veces en parte o en un sentido diferente.

Son los regalos y las enseñanzas que nos da la bicicleta en la montaña: Puede ser el mismo camino, pero nunca será igual!

Y a la par de retazo de sabiduría anterior me llegaron varias enseñanzas, varios regalos, varias resignificaciones, varias bocanadas de oxígeno para el espíritu!

Pero no fueron letreros que fueran apareciendo a un lado del camino o pancartas que se quedan inmóviles y se tiran luego de un mitín… fueron momentos, sentimientos y recuerdos que se entremezclaban con el aroma del camino, con el calor del sol que caía a plomo en momentos, o se combinaban con una ráfaga de viento que nos sorprendía en un recodo del sendero.

Ví mi vida desdoblándose sobre el mismo camino mientras iba avanzando por él. Venía trayendo las experiencias vividas en mi adolescencia, en mi niñez, con mi hermano y con mi hermana. Me recordé rodando una bici bmx negra en un lote baldío que hoy no existe (hoy es el archivo municipal de Guadalajara) y como luego de una rampa conocí el sabor de la tierra. Ese mismo sabor que luego probé en otra rodada, muchos años después, con otros amigos.

Recordé a mi querido San Luis Potosí y a  los grandes amigos que siguen por allá rodando bajo ese inclemente sol ,pero ese imparable viento, que hacen una combinación mágica en esas tierras que parecen secas pero en donde  encontré tanta vida y tanta amistad que espero volver algún día por allá. Me acordé de como llegabamos a compartir la única sombra disponible, cuando nosotros 5 nos detuvimos bajo un mezquite, a plena mitad de la polvosa terracería.

Y así también en la vida, como sin importar las diferencias, las esperas o adelantos siempre necesitamos un cobijo durante un momento y es bueno tenerlo compartiendo con otros buenos amigos y compañeros de ruta…

Luego dimos varias vueltas y nos encontrámos de vuelta a la entrada de mi bosque,

Ahora por su lado sur. Nos aprestamos a internarnos de nuevo en la vereda que luego se convertiría en el siempre amigo… “Salsipuedes” y luego la porlongación Mariano Otero. Pero para eso todavía faltaba algún rato, así que cerca de la llamada puerta verde nos detuvimos a deleitarnos con las últimas viandas y hacernos a la idea de agarrar ritmo, y piano, piano, ir pedaleada tras pedaleada de nuevo trepando a través de la terracería y a la luz de un sol abrasador hacer voluntad y no deternos ya para no perder el “vuelito” que nuestras propias piernas sacaban de las últimas fuerzas que nos quedaban.

Así mi vida, los años pasados han sido “Salsipuedes”, han sido tramos a pleno sol y deshidratándome a cada paso, han sido grandes subidas que casi me abaten, pero al final le seguimos, “en pedales” y “pa’delante”, ha habido adrenalíticas bajadas, deleites en el fresco de un bosque, momentos de compartir con los vienen junto a uno y otros instantes en los que solo vamos y nos toca sacar agua de piedras para tanto disfrutar como para superar.

Al final de esta rodada, pude sonreír y de corazón agradecer a mis compañeros de esta ocasión, al George, de los nuevos (bueno, si casi 5 años vale como nuevo) amigos, al Chuy, con algunos años más compartiendo en la chamba y fuera de ella, al Luis prueba de que los amigos re-encontrados son más que valiosos, y el Roberrr, compartiendo desde que sin querer decidimos armar uno de los mejores grupos de ciclismo que ha rodado por estos bosques.

Y bueno, no queda más que seguir empeñándonos, que la vida en algún momento se termina, pero nos toca mientras estamos en ella sacarle lo mejor que podamos, y a mí me tocó la bendición de poder hacerlo con esta gran herramienta de vida que es la bicicleta!

Así que, cincuenta y tres, ahí te voy!!!!

Ro

Rodar y rodar

Es una frase que parece sacada de una canción, jeje
Podría sonar a una composición trillada de letras en tres palabras

Encierra tanto que es motivo para libros o historias completas. Pero aquí no tratamos de llenar páginas sino de compartir momentos, sucesos, experiencias y quién sabe, quizás hasta contagiar lo suficiente para animar a alguno de los lectores a buscar su bicicleta, espantar temores y prejuicios para tomar un rumbo que los lleve a esas veredas cerca de casa, o a lo mejor sólo al parque a unas cuadras o capaz que simplemente a ir por las tortillas al rato.

Aquí no forzamos, cada quien tiene ya suficiente para convencerse a si mismo y descubrir la belleza de pedalear y moverse por uno mismo a horizontes que no conoce, o que aún conociendo, hace mucho que no visita.

El tiempo es el marco ideal para atesorar rodadas, vivencias, sonrisas y sudores. No importan los lugares, si hay viento, sol, lluvia, polvo, esos son los condimientos… al final el plato final serán los recuerdos, con amigos o en solitario.

Junto al lago, en un breve descanso, con el sol en alto y las nubes cotorreando con el viento y el agua.

Otro lado del mismo lago, pero aquí mas a la sombra de árboles y saboreando un poco del viento briseado, escuchando el susurro de las olas contorneándose en las raíces de los juncos.Dentro de mi bosque, en algún rincón en el interior de una arboleda. Ahí dónde ya la ciudad deja de acechar con sus murmullos de “progreso”, es decir, escapes de auto, motores, sirenas… aquí si se oye al mundo, el ronroneo de los insectos, los pájaros trinando y haste mi estómago que pedía una pausa para alimentarse.

En otro bosque, pero en mi misma tierra, pasando por un pequeño valle escarchado, donde el sol empieza a tocar pero el viento aún huele a noche y hielo.Ya con el sol como amo y señor del cielo, y en compañía de viejos y nuevos compañeros de ruta… con el marco inmejorable de un profundo azul y una verde muralla de árboles marcando el rumbo de nuestra rodada.

O aquí oteando hacia la ciudad, protegidos por el bosque, ya habiendo casi completado una rodada, recargados de energía. Para poder regresar y sonreír a la rutina, viendo a la ciudad no como amenaza o tenazas, sino como una oportunidad para compartir la vida, lo bello de nuestro planeta y porque no? Contagiar a otros para que vengan y disfruten sobre dos ruedas. Siendo más, la vida será aún más!

A rodar!

Ro

Una rodada muy Real

Sábado por la tarde, hace una semana estaba en Real de Catorce, San Luis Potosí.. terminando la rodada del Wirikuta con mis compas cilcistas de Tequila Bike…

Hoy estoy aquí, sentado en mi jardín, regando en la sombra… escucho el agua correr, y casi, casi como la tierra la va sorbiendo.

Pero nada que ver con vivir un par de días en esa intemperie agreste de Real de Catorce. Antiguo pueblo minero, que financió al viejo imperio Español por 3 siglos. Hoy dejó a gente de enjundia que ha re-encontrado un sentido para seguir habitando este enclave en medio del desierto mexicano, amurallado con cerros sin sombras, más que las de los dioses Wixarikas.

Y fueron ellos, dioses y habitantes quienes nos vieron arrancar hace unos días, a este grupo de … ciclistas, locos, entusiastas, compañeros?, un poco de cada cosa creo yo. Prestos a la invitación del tlatoani Hojas, ahí arrancamos de la plaza del templo de San Francisco, para esperar otros minutos a la entrada del túnel Ogarrio… como cualquier otro, teníamos que esperar turno, ya que el túnel es de un solo sentido

Esta rodada es mágica, espectacular. Tan sólo al iniciar tenemos que rodar por un túnel de mina (ya adaptado a estos tiempos) de casi 2.5 kilómetros de extensión. Y al salir te topas con una imponente vista del valle alargado que da salida al altiplano potosino. Y vista que impone y nos reta a siquiera a pensar en continuar otros cuarenta y tantos kilómetros, muchos, muchos, hacia arriba…

En fin arrancamos con una engañosa bajada hasta un pueblecito creo que se llama la luz, que era el punto de arranque de una subida que iba a terminar hasta 12 kilómetros después… y casi 500 metros más “arriba”…

Esta vez leerán desde mi perspectiva en la barredera, ahora si fue una decisión consciente ir “atrás”… jeje. Fui disfrutando de una rodada sin la presión de los guías o la premura de los “pros”, ahí me fui dando paradas para ver como iban mis compañeros de grupo, hasta que ví que me fui quedando atrás, jeje…

Pude ver la vida es estas laderas que de inicio parecen secas, muertas. Pero puaf! nada que ver… rebozan de vida, pastos esparcidos por aquí y por allá, flores escondidas en la sombra de una piedra. Estanques de agua a lado de un corral, donde se supondría que no habria agua… Viento silencioso y helado que pareciera acariciarnos como creo que los antiguos caballeros creían sentir los dedos de su amada doncella mientras cabalgaban al horizonte, sin saber a donde llegarían.

Mientras seguía pedaleando, para variar, fuí conociendo a nuevos colegas ciclistas, Jorge Burgoa, Dulces Vero, Abel y Flavio, el Hojas… porque si, nunca dejas de conocer a los buenos amigos. Fuimos acompañándonos, apoyándonos, compartiendo anécdotas y consejos, así como tomas de foto y video.

En cierto punto de la rodada, llegó la tentación, podía ver el pueblo de Real de Catorce ahí “abajito”… podía decidir ya bajar y terminar la rodada, pero no… el reto estaba en la mesa y yo era el comensal… era una promesa, no una meta, era ver el destino, no el final…

Llegamos casi al punto medio de la ruta y en momentos, me encontraba a mi mismo sólo en la ruta. Eso si, sin miedo (no era de noche, ni estaba perdido), es una de esas cosas mágicas de las rodadas… no importa si van 3, 10, 50 o 100, en algún momento, al menos yo, me topo conmigo mismo yendo en soledad, y en este caso, fue algo maravilloso, esuchar el silencio!.

Sentir el sol y el viento frío de la montaña, mi respiración, y mis jadeos al hacer el esfuerzo de jalar mi montura alumínica para sortear una roca-escalón en medio del sendero, el roce de las llantas en un tapete de piedritas o el razgar de una rama de estos arbustos enanos sobre mi calceta o mi pierna.

Fui alcanzando a “Dron” Abel y a su hermano, antes de la mítica bajada en esta ruta… lamentablemente el dron era leal a su dueño y sólo lo enfocaba a él o a su hermano, pero deveritas, deveritas, yo iba pegadito a no más de 3 metros de él…

Pero bueno, por ahí están las tomas del dron rodando en Internet y son muy recomendables. Al menos yo viviéndolas a no más de 3 metros de distancia, puedo decir que son espectaculares!

En eso estábamos cuando llego la parte de la bajada que no fue perdonada por los años sin mantenimiento y seguramente con la única lluvia de un año que barrio con parte de sendero, haciéndolo muy difícil de sortear sobre la bici…

 

 

 

Bajamos y llegamos “al descanso” antes de la última escalada disfrazada por el empedrado, ya en franco regreso al túnel Ogarrio.

Es una “tendidita” de otros 12 kilómetros en los que subes 600 metros! Bien escondida la méndiga pero cobrona como pocas, porque el empedrado no se apiada de uno y nos va desgastando al jinete y a la bici. Con decir que llega a veces el punto de decirse, vamos un kilómetro a la vez! El oasis antes del final es llegar al racho “el Potrero” para simplemente dejarse caer en la primera sombra, retomar fuerza para encontrar la única tienda abierta y casi casi tomarnos un refresco (para el azúcar, como diría Celia Cruz) y agua, natural, mineral, la que fuera en un solo trago. Así lo hicimos Julio y yo, Abel y Flavio ya habían quedado un poco atrás. Tomamos agua y más que nada ánimo y voluntad de lo poco de fuerza muscular que nos quedaba, luego del incesante sol que nos había bapuleado los últimos 2 kilómetros para trepar el último kilómetro por una vereda de burros yo creo, pero no porque fueramos nosotros, no sean así… así esta marcada la ruta. Al final que fue paradójico… no ver la luz al final del túnel, sino al revés. Ver el túnel después de tanta luz… y ver ese túnel espantó mis calambres, me dió fuerzas y Julio y yo rodamos de nuevo esos 2 kilómetros y medio hasta llegar a Real de Catorce, y en el bullicio de un pueblo ex-minero y hoy lleno de turistas, parecia yo escuchar los vítores a los gladiadores triunfantes!, habíamos domado al Wirikuta, lo habíamos logrado… no lo domamos, lo vivimos, y quiero pensar, que la ruta, nos disfrutó, nos reto, y nos impulsaba cuando nos veía flaquear, nos soplaba un viento frío para que siguiéramos adelante. Creo que le gusta que la visitemos, que la recorramos, porque cada uno que pisa sus senderos, le da un sentido para existir, como espero que a cada uno de nosotros nos haya dado una razón más para poder seguir diciendo… “a rodar!”

.. y seguir escuchando al Hojas… “ánimo peeerrroooooos! y damas”…

Hasta la próxima!

Aquí la ruta: https://www.strava.com/activities/8080332925

 

Rodadas de verano

Llega el verano al occidente, y finalmente nos vemos un poco aliviados del exceso de calor con las aspirinas en forma de lluvia y tormentas que tanto odia la gente, sin entender que son lo que mantiene la posibilidad de poder siguiendo vivir aquí.
Las inundaciones y los destrozos, los árboles caídos no los trae la lluvia, sino una pésima administración de los recursos, una estúpida planeación y una apatía galopante en la mayoría de la gente que habita esta otrora perla de occidente…

En fin, no estamos aquí para hablar con los sordos mentales, esos ya tienen con sus mañaneras. Vamos a rodar, que es nuestro aliciente para seguir adelante, es el alimento de nuestro optimismo por una situación mejor ya no para nosotros, sino para los que se quedan después de que nos vayamos…

Y cómo no ponerse de buenas, si simplemente tomar la bicicleta y rodar un poco es ya darnos una sonrisa a nosotros mismos.


Nos llevamos por estos caminos, a veces simples veredas, a veces un “sendero”construido para tal efecto, de movernos a través de los cañaverales que unen las varias sierras de Quila, de la Primavera, de Tequila. Donde el azul del cielo, se deja acariciar por el verde de los campos, y esta senda roja, nos llena de la magia del verano que transcurre entre sol y nubes.

Fue tan mágico que ya cuando nos sentimos cansados fue que descubrimos que llevábamos casi 80 kms recorridos…

Y más de la magia del verano, es ver como a pesar de lo que hacemos, la vida se sigue abriendo paso y los terrenos perdidos. No pasaron más de dos semanas cuando ya rodando por las veredas de mi bosque la Primavera, puedo ver el renacer de los árboles, los pastos, la tierra empieza a reverdecer. No se tiene que esperar a que una comisión sobrevalorada arme algún decreto o que un anciano decrépito tenga la ocurrencia de decir “que va a caminar por la tierra para que florezca”… La vida no espera al hombre ni a la mujer. La vida se da sin esperar. Y es nuestra decisión tomar nuestra humanidad y transportarnos a ella, y que mejor si vamos rodando nuestra bicicleta.

Lo mejor es que apenas vamos a la mitad de esta temporada, y aún podemos aprovechar de pintar nuestra vista con los colores de esta época del año… no son más ni menos que los colores del otoño, del invierno o la primavera, son los que tenemos hoy y por eso vale. porque mañana no es un hecho, es una simple promesa… así que mientras el corazón late, que la rueda siga rodando!

Tocando el lago de Chapala…
Disfrutando el fresco del bosque
Con los colegas y amigos, compartiendo la ruta
Y pues no queda más que seguir rodando…

 

 

 

 

 

 

Ro

Lo mismo pero diferente

Así se vive el rodar en la montaña. Nunca verás una ruta similar a la que rodaste la semana pasada, aunque ruedes por los mismos senderos. Sé que ya lo he dicho en otras ocasiones, pero no me preocupa repetirlo… si, le atinaste, porque en esta ocasión, también es diferente a otras veces que lo he dicho… jajaja!

Hace un par de semanas nos invitaron a rodar rumbo al divisadero, a la cruz, al mirador de la cruz. Es un punto clave de la ruta de la Perrona de Atemajac de Brizuela. Pero ahora era llegarle desde el extremo este del valle de las Piedrotas.


Era arrancar tempranito, rumbo a Ferrería de Tula, una subidita nada despreciable, pero entre árboles, y con la terracería bastante “barrida”, lo que agradeceríamos mucho de regreso, cuando ya el sol estaría en su cenit y vendríamos de “bajadita”…

Pero primero, era subir, rodar en un falso plano y bajar a Ferrería de Tula, bordeando su presa que siempre expande el espíritu con su humilde tranquilidad, para de ahí tomar el sendero que nos llevó a Juanacatlán, pero sin entrar al pueblo, simplemente tomar el camino junto a las vetas de piedra laja rumbo al rancho de San Francisco.

 

 

Ahí si, una súbida muy demandante, no tanto por la pendiente sino más por el terreno de un suelo “cacarizo”, que no nos dejo agarrar cadencia. Pero dentro de su demanda, incluía regalos como pocos podemos encontrar en otros deportes… aquí les dejo la toma, esperando a que pasáramos, sabiendo que en el cansancio de la subida voltearía a mi izquierda y lo vería… majestuoso en su humildad, increpando a la sequía, demostrando que el esfuerzo da su fruto…

 

Ya al coronar en la piedra balanceada, vino el descanso de bajar hacia San Francisco y su hermoso valle que ese día lamentablemente estaba cubierto por la nata de humo y tizne de un incendio algo retirado pero que con el viento predominante, me invitó a no quitarme el buff para tratar de respirar lo menos posible esa contaminación.

En fin, alcanzamos el divisadero, pero por lo mismo del humo, no había porque quedarse mucho ahí así que como coloquialmente decimos… “por donde vino!”, así era la ruta lo que hicimos, había que deshacerlo. Y lo bajado, había que subir, y lo mejor fue que lo subido, había que bajar. Y en esta ocasión los últimos kilómetros fueron como ya les había dicho, de bajada y entre árboles.

Que chido es rodar, y más rodar rodeado del bosque, y aún con el polvo y la arena como talco del estiaje, y más aún, que grato es rodar con tantos amigos, con muchos colegas que seguimos buscando sin el afán de encontrar, simplemente disfrutando el camino, paladeando la búsqueda. Compartiendo la vida con otros tantos que nos comparten la suya, sean los grandes amigos de hace años, los nuevos conocidos de los que no sabemos el nombre. Los que vinieron de Tala, de Mazamitla, de Chapala!

Los que una vez más hicimos de un domingo, un día para no olvidar!

Ah sí, y menos con la comida que nos esperaba al final…

Birria al estilo Tapalpa, con frijoles y arroz, en tacos, oh, si señor!

a rodar!

Ro

El origen

Pensando un poco sobre lo que motivó a hacer dek ciclismo, más que mi pasión, un estilo de vida, una manera de interpretar mi experiencia de existir, me topé con estas dos tomas de un mismo origen, y quiero compartirlo con ustedes, que amablemente se bajan de su tren diario por cinco minutos, y me conceden sus ojos para leer.

A veces uno quisiera que el origen fuera refulgente, ruidoso, que llamara la atención, que hiciera voltear a la gente. De repente me lo planteo en relación a este gusto por tomar la bicicleta y rodar y rodar, sea por la cuadra, alrededor de mi calle, sea por las colonias de mi ciudad, por los senderos de este bosque escondido a los ojos de todos, en las veredas de bosques y desiertos que se tienden ante mis las llantas de mi alumínica y me hacen surcar nuevos y viejos caminos de mi tierra y de mi propio ser.

A veces quisiera poder gritarlo a otros, decir que fue un destello en la oscuridad, una cascada como la de la imagen, que rompe el silencio de un recoveco en el bosque. Esa llamarada blanca que rasga el verde de una arboleda tupida en medio de un rincón que se esconde de todos, esperando que nadie le encuentre, y a la vez deseando que alguien llegue y le haga compañía al menos por unos minutos, alguien que como nosotros sepamos que es un regalo del universo, para llevar lo más cercano al corazón, con ese gusto de no decirlo a nadie porque sabemos que en el humano, estos regalos no siempre son valorados y si, casi siempre, destruidos.


Pero no, creo que al igual que como usualmente sucede en la naturaleza, los orígines no son entre destellos y sonidos estrambóticos. Este ojo de agua no surge en una cascada, sino humildemente debajo de una roca. Sin aspavientos, sin trompetas, modestamente se abrió paso luego de no sé que tantos miles de años, y fue acomodando su flujo entre unas rocas y simplemente salió a la luz de un bosque como muchos, pero le otorgó una magia que no e encuentra en cualquier lado, que siempre da la primicia a esas almas que buscan un poco más, que se aventuran una pizca más allá de lo que siempre se le pide a alguien.

Así creo yo qe fue mi origen en la bicicleta. No fue por el glamour de una competencia, o el ruido estruendoso del viento surcando entre los automóviles atascados en la ciudad. Fue así, en el silencio, en la sombra de mis días. Sin pedir ser protagonista sucedió lo inevitable y fue entonces que tomar, mi bicicleta, subirme a ella y enfilar a mi destino, fuera la escuela, el parque, el bosque, la otra orilla de la ciudad, simplemente se fue dando el gusto por descubrir mi ciudad, el desierto, el bosque, la laguna, de una manera que no lo puedo hacer subido en un automóvil, o un camión. No siquiera el caminar me da esta perspectiva tan entrañable, tan cercana al entorno y los que comparten ese escenario conmigo por tan solo unos segundos y le dan un sentido diferente a vivir. Descubrir que no se necesita mucho, para valorar lo que es este planeta, lo frágil que es. Lo mucho que uno puede hacer con simplemente pedalear para protegerlo, para hacerlo más, para permitir que siga su propio curso, como ese ojo de agua, que sin pedir nada otorga su agua pura, cristalina, fresca, simplemente pidiendo que la disfrutes y la dejes correr para que otros también se vean bendecidos por su corriente.

Así fue el origen de mi pasión, en el silencio, en lo sencillo, en la tranquila ruta de un lugar a otro, sin alardear, sin presumir, simplemente aprovechando que tenía una bicicleta y la curiosidad de ver mi ciudad desde las dos ruedas que llenaban mi día de alegría, de sabor, del gusto por vivir…

Ro

Conociendo mas

Hace unas semanas tuve la oportunidad de rodar en mi Bosque la Primavera, pero por la cara de Tala. Para empezar fue maravilloso darme cuenta de que a pesar de llevar casi veinte años rodando el bosque, todavía hay lugares que no conocía, y quedan aún algunos por conocer.

El buen Scheme fue nuestro anfitrión y guía. Me hizo recordar que los ciclistas de montaña somos una tribu excepcional. La amistad sincera, la humildad y el buen humor nutren cada rodada y la hacen única. Sin presunción nos compartió lugares mágicos…
Como la roca voladero, en donde el Hojas hizo alarde de acrobacia y equilibro en superficie algo rugosa. Con una vista de fábula.

O qué tal este rincón de cuento de hadas. En algún lugar del bosque, dimos algunas vueltas, bajamos un poco, cruzamos unas piedras, se escuchaba el agua pero no lograba verla, hasta que de repente ahí estaba el arroyo. Apretujando mi espíritu en mi cuerpo, llenando de paz mi alma, con ese silencio que sólo el agua corriendo puede producir para llevarnos a un estado de quietud mental.

 

 

Y da pie a que entre los que compartimos la rodada la amistad se vaya nutriendo a cada pedalazo, a cada pie a tierra, a cada momento que nos detenemos para disfrutar lo que la naturaleza nos preparó desde miles de años para que ese preciso día, llegaramos ahí y nos detuviéramos a disfrutar.

a
Nos pudimos dar el lujo de rodar por lugares que nos hacen descubrir a la vez lo pequeño de somos en este mundo y lo grande que puede ser nuestro espíritu al darnos cuenta de la maravilla de ser parte de la naturaleza.


Qué regalo tuve ese día, rodar con un par de leyendas y y grandes personas, de esas de las que ofrecen su amistad sin pedir algo, que comparten por el simple gusto de hacerlo. Que me confirman que como dicen por ahí, “los buenos somos más”, no importa si estamos del lado oeste o este del bosque, no importa si vives en una gran ciudad o una ciudad más pequeña, no importa si tu edad ya suma más de 10 lustros o estas saliendo del cascarón. Compartir en la baika, es universal y es una solución para vivir al máximo…


Conociendo mas

Hace unas semanas tuve la oportunidad de rodar en mi Bosque la Primavera, pero por la cara de Tala. Para empezar fue maravilloso darme cuenta de que a pesar de llevar casi veinte años rodando el bosque, todavía hay lugares que no conocía, y quedan aún algunos por conocer.

El buen Scheme fue nuestro anfitrión y guía. Me hizo recordar que los ciclistas de montaña somos una tribu excepcional. La amistad sincera, la humildad y el buen humor nutren cada rodada y la hacen única. Sin presunción nos compartió lugares mágicos…
Como la roca voladero, en donde el Hojas hizo alarde de acrobacia y equilibro en superficie algo rugosa. Con una vista de fábula.

O qué tal este rincón de cuento de hadas. En algún lugar del bosque, dimos algunas vueltas, bajamos un poco, cruzamos unas piedras, se escuchaba el agua pero no lograba verla, hasta que de repente ahí estaba el arroyo. Apretujando mi espíritu en mi cuerpo, llenando de paz mi alma, con ese silencio que sólo el agua corriendo puede producir para llevarnos a un estado de quietud mental.

 

 

Y da pie a que entre los que compartimos la rodada la amistad se vaya nutriendo a cada pedalazo, a cada pie a tierra, a cada momento que nos detenemos para disfrutar lo que la naturaleza nos preparó desde miles de años para que ese preciso día, llegaramos ahí y nos detuviéramos a disfrutar.

a
Nos pudimos dar el lujo de rodar por lugares que nos hacen descubrir a la vez lo pequeño de somos en este mundo y lo grande que puede ser nuestro espíritu al darnos cuenta de la maravilla de ser parte de la naturaleza.


Qué regalo tuve ese día, rodar con un par de leyendas y y grandes personas, de esas de las que ofrecen su amistad sin pedir algo, que comparten por el simple gusto de hacerlo. Que me confirman que como dicen por ahí, “los buenos somos más”, no importa si estamos del lado oeste o este del bosque, no importa si vives en una gran ciudad o una ciudad más pequeña, no importa si tu edad ya suma más de 10 lustros o estas saliendo del cascarón. Compartir en la baika, es universal y es una solución para vivir al máximo…


El primero de 2022

Este será el primer post de 2022, pero me da gusto decir que no es reseña de la primera rodada del año. Estamos casi a final de Enero ya, wow! Ya vse acaba la primera doceava parte de 2022, jajaja.

Bueno, pues si. Ya vamos acercándonos de 300 kms rodados, en la montaña, en la calle. Rodando por pendientes, por disfrute, por deberes.

Uno de mis propósitos es escribir cada semana o cada dos semanas y postearlo aquí, pero me tardé un poco… pero igual otro propósito es no estresarme tanto con cualquier cosa. Así que cómo dirían las tortugas de la Marea del Pacífico Sur: suuuuaaveee!

Aquí vengo y los invito a disfrutar estas líneas, y con ello a descubrir que es lo que cada uno disfruta y aprovechar cada día.

Como estas vacas y sus retoños, descansando a la vera del camino, disfrutando del sol y un viento fresco, casi frío, en un tramo de la ruta que decidí casi sin querer, en uno de mis últimos días de vacaciones de año nuevo. Yo disfrutando la rodada, a mi ritmo, a mi tiempo, ellas ahí, quizás sin saberlo, pero también disfrutando lo que tienen.

O qué tal una vista como esta, los dos lados de mi rodar… el bosque y la ciudad…

Tan ajenos uno del otro, tan parte uno del otro. Tan dispares y a la vez tan intrínsecamente conectados.

Pero me gusta mirar al horizonte. Por eso mi lema es “El horizonte es el límite”.

Puedes descubrir que un camino que parecía terminar en cierto punto realmente inicia ahí.

Puedes darte cuenta que tu visión es mucho más amplia de lo que creías.

Puedes simplemente silenciar tu mente, tu ego, tu inteligencia y quedarte ahí, mirando, oteando, olfateando, palpando el entonrno, los colores, el viento, la luz.

Puedes indagar en ese azul que esconde muchos azules. O esos tonos verdosos o grises que esconden una colina tras otras, un sendero dentro de otro sendero, vida donde todo parece quieto.

Puedes escabullirte en el silencio y la quietud y ser cierto que no estás sólo en esos recodos del camino en esa precisa mañana. Aún sin verles, sin oirles, sabes que debajo de esos árboles o detrás de esas montañas, debajo de ese límpido cielo, hay decenas, cientos de otros ciclistas, de otros corredores, de otros caminantes que como tú saben que la vida no es sólo autos, camiones, trabajo, política, narcos, pistolas, dinero, engaños.

Estamos aquí, cada quien siguiendo su camino pero todos compartiendo un andar, un gusto y en el fondo, un deseo de lograr regresar a casa sanos, gustosos, con energía, con las ganas de hacer de este mundo al menos por este día, un sitio mejor, más sano, más equilibrado, más consciente, más alivianado de como empezó.

 

Y así, poco a poco, día a día, rodada a rodada, caminata a caminata, podremos ir regresando a este mundo el equilibrio que le hemos quitado, podremos ir permeando que no se vale destruir para vivir, no que toda construcción es desarrollo. Simpleza señores, calidad de vida señoras.

 

A seguirle que queda mucho por rodar!

Ro