Archivos de la categoría Bosque la Primavera

A los cincuenta y dos

Se llegó la fecha y nos programamos de nuevo a una rodada para festajar la vida. Ahora fueron cincuenta y dos.

Y como se ha hecho una chida tradición, aplicamos la rodada de los 52kms (esta vez nos pasamos un poco, pero no… no es crédito para el año que viene).

Esta vez me acompañaron el buen Roberrr, el Chuy, el Luis y el George… fuimos un buen quinteto y nos aventamos una ruta original, en el sentido que nunca la habíamos rodado igual, aunque si la hayamos hecho varias veces en parte o en un sentido diferente.

Son los regalos y las enseñanzas que nos da la bicicleta en la montaña: Puede ser el mismo camino, pero nunca será igual!

Y a la par de retazo de sabiduría anterior me llegaron varias enseñanzas, varios regalos, varias resignificaciones, varias bocanadas de oxígeno para el espíritu!

Pero no fueron letreros que fueran apareciendo a un lado del camino o pancartas que se quedan inmóviles y se tiran luego de un mitín… fueron momentos, sentimientos y recuerdos que se entremezclaban con el aroma del camino, con el calor del sol que caía a plomo en momentos, o se combinaban con una ráfaga de viento que nos sorprendía en un recodo del sendero.

Ví mi vida desdoblándose sobre el mismo camino mientras iba avanzando por él. Venía trayendo las experiencias vividas en mi adolescencia, en mi niñez, con mi hermano y con mi hermana. Me recordé rodando una bici bmx negra en un lote baldío que hoy no existe (hoy es el archivo municipal de Guadalajara) y como luego de una rampa conocí el sabor de la tierra. Ese mismo sabor que luego probé en otra rodada, muchos años después, con otros amigos.

Recordé a mi querido San Luis Potosí y a  los grandes amigos que siguen por allá rodando bajo ese inclemente sol ,pero ese imparable viento, que hacen una combinación mágica en esas tierras que parecen secas pero en donde  encontré tanta vida y tanta amistad que espero volver algún día por allá. Me acordé de como llegabamos a compartir la única sombra disponible, cuando nosotros 5 nos detuvimos bajo un mezquite, a plena mitad de la polvosa terracería.

Y así también en la vida, como sin importar las diferencias, las esperas o adelantos siempre necesitamos un cobijo durante un momento y es bueno tenerlo compartiendo con otros buenos amigos y compañeros de ruta…

Luego dimos varias vueltas y nos encontrámos de vuelta a la entrada de mi bosque,

Ahora por su lado sur. Nos aprestamos a internarnos de nuevo en la vereda que luego se convertiría en el siempre amigo… “Salsipuedes” y luego la porlongación Mariano Otero. Pero para eso todavía faltaba algún rato, así que cerca de la llamada puerta verde nos detuvimos a deleitarnos con las últimas viandas y hacernos a la idea de agarrar ritmo, y piano, piano, ir pedaleada tras pedaleada de nuevo trepando a través de la terracería y a la luz de un sol abrasador hacer voluntad y no deternos ya para no perder el “vuelito” que nuestras propias piernas sacaban de las últimas fuerzas que nos quedaban.

Así mi vida, los años pasados han sido “Salsipuedes”, han sido tramos a pleno sol y deshidratándome a cada paso, han sido grandes subidas que casi me abaten, pero al final le seguimos, “en pedales” y “pa’delante”, ha habido adrenalíticas bajadas, deleites en el fresco de un bosque, momentos de compartir con los vienen junto a uno y otros instantes en los que solo vamos y nos toca sacar agua de piedras para tanto disfrutar como para superar.

Al final de esta rodada, pude sonreír y de corazón agradecer a mis compañeros de esta ocasión, al George, de los nuevos (bueno, si casi 5 años vale como nuevo) amigos, al Chuy, con algunos años más compartiendo en la chamba y fuera de ella, al Luis prueba de que los amigos re-encontrados son más que valiosos, y el Roberrr, compartiendo desde que sin querer decidimos armar uno de los mejores grupos de ciclismo que ha rodado por estos bosques.

Y bueno, no queda más que seguir empeñándonos, que la vida en algún momento se termina, pero nos toca mientras estamos en ella sacarle lo mejor que podamos, y a mí me tocó la bendición de poder hacerlo con esta gran herramienta de vida que es la bicicleta!

Así que, cincuenta y tres, ahí te voy!!!!

Ro

Rodar y rodar

Es una frase que parece sacada de una canción, jeje
Podría sonar a una composición trillada de letras en tres palabras

Encierra tanto que es motivo para libros o historias completas. Pero aquí no tratamos de llenar páginas sino de compartir momentos, sucesos, experiencias y quién sabe, quizás hasta contagiar lo suficiente para animar a alguno de los lectores a buscar su bicicleta, espantar temores y prejuicios para tomar un rumbo que los lleve a esas veredas cerca de casa, o a lo mejor sólo al parque a unas cuadras o capaz que simplemente a ir por las tortillas al rato.

Aquí no forzamos, cada quien tiene ya suficiente para convencerse a si mismo y descubrir la belleza de pedalear y moverse por uno mismo a horizontes que no conoce, o que aún conociendo, hace mucho que no visita.

El tiempo es el marco ideal para atesorar rodadas, vivencias, sonrisas y sudores. No importan los lugares, si hay viento, sol, lluvia, polvo, esos son los condimientos… al final el plato final serán los recuerdos, con amigos o en solitario.

Junto al lago, en un breve descanso, con el sol en alto y las nubes cotorreando con el viento y el agua.

Otro lado del mismo lago, pero aquí mas a la sombra de árboles y saboreando un poco del viento briseado, escuchando el susurro de las olas contorneándose en las raíces de los juncos.Dentro de mi bosque, en algún rincón en el interior de una arboleda. Ahí dónde ya la ciudad deja de acechar con sus murmullos de “progreso”, es decir, escapes de auto, motores, sirenas… aquí si se oye al mundo, el ronroneo de los insectos, los pájaros trinando y haste mi estómago que pedía una pausa para alimentarse.

En otro bosque, pero en mi misma tierra, pasando por un pequeño valle escarchado, donde el sol empieza a tocar pero el viento aún huele a noche y hielo.Ya con el sol como amo y señor del cielo, y en compañía de viejos y nuevos compañeros de ruta… con el marco inmejorable de un profundo azul y una verde muralla de árboles marcando el rumbo de nuestra rodada.

O aquí oteando hacia la ciudad, protegidos por el bosque, ya habiendo casi completado una rodada, recargados de energía. Para poder regresar y sonreír a la rutina, viendo a la ciudad no como amenaza o tenazas, sino como una oportunidad para compartir la vida, lo bello de nuestro planeta y porque no? Contagiar a otros para que vengan y disfruten sobre dos ruedas. Siendo más, la vida será aún más!

A rodar!

Ro

Rodadas de verano

Llega el verano al occidente, y finalmente nos vemos un poco aliviados del exceso de calor con las aspirinas en forma de lluvia y tormentas que tanto odia la gente, sin entender que son lo que mantiene la posibilidad de poder siguiendo vivir aquí.
Las inundaciones y los destrozos, los árboles caídos no los trae la lluvia, sino una pésima administración de los recursos, una estúpida planeación y una apatía galopante en la mayoría de la gente que habita esta otrora perla de occidente…

En fin, no estamos aquí para hablar con los sordos mentales, esos ya tienen con sus mañaneras. Vamos a rodar, que es nuestro aliciente para seguir adelante, es el alimento de nuestro optimismo por una situación mejor ya no para nosotros, sino para los que se quedan después de que nos vayamos…

Y cómo no ponerse de buenas, si simplemente tomar la bicicleta y rodar un poco es ya darnos una sonrisa a nosotros mismos.


Nos llevamos por estos caminos, a veces simples veredas, a veces un “sendero”construido para tal efecto, de movernos a través de los cañaverales que unen las varias sierras de Quila, de la Primavera, de Tequila. Donde el azul del cielo, se deja acariciar por el verde de los campos, y esta senda roja, nos llena de la magia del verano que transcurre entre sol y nubes.

Fue tan mágico que ya cuando nos sentimos cansados fue que descubrimos que llevábamos casi 80 kms recorridos…

Y más de la magia del verano, es ver como a pesar de lo que hacemos, la vida se sigue abriendo paso y los terrenos perdidos. No pasaron más de dos semanas cuando ya rodando por las veredas de mi bosque la Primavera, puedo ver el renacer de los árboles, los pastos, la tierra empieza a reverdecer. No se tiene que esperar a que una comisión sobrevalorada arme algún decreto o que un anciano decrépito tenga la ocurrencia de decir “que va a caminar por la tierra para que florezca”… La vida no espera al hombre ni a la mujer. La vida se da sin esperar. Y es nuestra decisión tomar nuestra humanidad y transportarnos a ella, y que mejor si vamos rodando nuestra bicicleta.

Lo mejor es que apenas vamos a la mitad de esta temporada, y aún podemos aprovechar de pintar nuestra vista con los colores de esta época del año… no son más ni menos que los colores del otoño, del invierno o la primavera, son los que tenemos hoy y por eso vale. porque mañana no es un hecho, es una simple promesa… así que mientras el corazón late, que la rueda siga rodando!

Tocando el lago de Chapala…
Disfrutando el fresco del bosque
Con los colegas y amigos, compartiendo la ruta
Y pues no queda más que seguir rodando…

 

 

 

 

 

 

Ro

El origen

Pensando un poco sobre lo que motivó a hacer dek ciclismo, más que mi pasión, un estilo de vida, una manera de interpretar mi experiencia de existir, me topé con estas dos tomas de un mismo origen, y quiero compartirlo con ustedes, que amablemente se bajan de su tren diario por cinco minutos, y me conceden sus ojos para leer.

A veces uno quisiera que el origen fuera refulgente, ruidoso, que llamara la atención, que hiciera voltear a la gente. De repente me lo planteo en relación a este gusto por tomar la bicicleta y rodar y rodar, sea por la cuadra, alrededor de mi calle, sea por las colonias de mi ciudad, por los senderos de este bosque escondido a los ojos de todos, en las veredas de bosques y desiertos que se tienden ante mis las llantas de mi alumínica y me hacen surcar nuevos y viejos caminos de mi tierra y de mi propio ser.

A veces quisiera poder gritarlo a otros, decir que fue un destello en la oscuridad, una cascada como la de la imagen, que rompe el silencio de un recoveco en el bosque. Esa llamarada blanca que rasga el verde de una arboleda tupida en medio de un rincón que se esconde de todos, esperando que nadie le encuentre, y a la vez deseando que alguien llegue y le haga compañía al menos por unos minutos, alguien que como nosotros sepamos que es un regalo del universo, para llevar lo más cercano al corazón, con ese gusto de no decirlo a nadie porque sabemos que en el humano, estos regalos no siempre son valorados y si, casi siempre, destruidos.


Pero no, creo que al igual que como usualmente sucede en la naturaleza, los orígines no son entre destellos y sonidos estrambóticos. Este ojo de agua no surge en una cascada, sino humildemente debajo de una roca. Sin aspavientos, sin trompetas, modestamente se abrió paso luego de no sé que tantos miles de años, y fue acomodando su flujo entre unas rocas y simplemente salió a la luz de un bosque como muchos, pero le otorgó una magia que no e encuentra en cualquier lado, que siempre da la primicia a esas almas que buscan un poco más, que se aventuran una pizca más allá de lo que siempre se le pide a alguien.

Así creo yo qe fue mi origen en la bicicleta. No fue por el glamour de una competencia, o el ruido estruendoso del viento surcando entre los automóviles atascados en la ciudad. Fue así, en el silencio, en la sombra de mis días. Sin pedir ser protagonista sucedió lo inevitable y fue entonces que tomar, mi bicicleta, subirme a ella y enfilar a mi destino, fuera la escuela, el parque, el bosque, la otra orilla de la ciudad, simplemente se fue dando el gusto por descubrir mi ciudad, el desierto, el bosque, la laguna, de una manera que no lo puedo hacer subido en un automóvil, o un camión. No siquiera el caminar me da esta perspectiva tan entrañable, tan cercana al entorno y los que comparten ese escenario conmigo por tan solo unos segundos y le dan un sentido diferente a vivir. Descubrir que no se necesita mucho, para valorar lo que es este planeta, lo frágil que es. Lo mucho que uno puede hacer con simplemente pedalear para protegerlo, para hacerlo más, para permitir que siga su propio curso, como ese ojo de agua, que sin pedir nada otorga su agua pura, cristalina, fresca, simplemente pidiendo que la disfrutes y la dejes correr para que otros también se vean bendecidos por su corriente.

Así fue el origen de mi pasión, en el silencio, en lo sencillo, en la tranquila ruta de un lugar a otro, sin alardear, sin presumir, simplemente aprovechando que tenía una bicicleta y la curiosidad de ver mi ciudad desde las dos ruedas que llenaban mi día de alegría, de sabor, del gusto por vivir…

Ro

Conociendo mas

Hace unas semanas tuve la oportunidad de rodar en mi Bosque la Primavera, pero por la cara de Tala. Para empezar fue maravilloso darme cuenta de que a pesar de llevar casi veinte años rodando el bosque, todavía hay lugares que no conocía, y quedan aún algunos por conocer.

El buen Scheme fue nuestro anfitrión y guía. Me hizo recordar que los ciclistas de montaña somos una tribu excepcional. La amistad sincera, la humildad y el buen humor nutren cada rodada y la hacen única. Sin presunción nos compartió lugares mágicos…
Como la roca voladero, en donde el Hojas hizo alarde de acrobacia y equilibro en superficie algo rugosa. Con una vista de fábula.

O qué tal este rincón de cuento de hadas. En algún lugar del bosque, dimos algunas vueltas, bajamos un poco, cruzamos unas piedras, se escuchaba el agua pero no lograba verla, hasta que de repente ahí estaba el arroyo. Apretujando mi espíritu en mi cuerpo, llenando de paz mi alma, con ese silencio que sólo el agua corriendo puede producir para llevarnos a un estado de quietud mental.

 

 

Y da pie a que entre los que compartimos la rodada la amistad se vaya nutriendo a cada pedalazo, a cada pie a tierra, a cada momento que nos detenemos para disfrutar lo que la naturaleza nos preparó desde miles de años para que ese preciso día, llegaramos ahí y nos detuviéramos a disfrutar.

a
Nos pudimos dar el lujo de rodar por lugares que nos hacen descubrir a la vez lo pequeño de somos en este mundo y lo grande que puede ser nuestro espíritu al darnos cuenta de la maravilla de ser parte de la naturaleza.


Qué regalo tuve ese día, rodar con un par de leyendas y y grandes personas, de esas de las que ofrecen su amistad sin pedir algo, que comparten por el simple gusto de hacerlo. Que me confirman que como dicen por ahí, “los buenos somos más”, no importa si estamos del lado oeste o este del bosque, no importa si vives en una gran ciudad o una ciudad más pequeña, no importa si tu edad ya suma más de 10 lustros o estas saliendo del cascarón. Compartir en la baika, es universal y es una solución para vivir al máximo…


Conociendo mas

Hace unas semanas tuve la oportunidad de rodar en mi Bosque la Primavera, pero por la cara de Tala. Para empezar fue maravilloso darme cuenta de que a pesar de llevar casi veinte años rodando el bosque, todavía hay lugares que no conocía, y quedan aún algunos por conocer.

El buen Scheme fue nuestro anfitrión y guía. Me hizo recordar que los ciclistas de montaña somos una tribu excepcional. La amistad sincera, la humildad y el buen humor nutren cada rodada y la hacen única. Sin presunción nos compartió lugares mágicos…
Como la roca voladero, en donde el Hojas hizo alarde de acrobacia y equilibro en superficie algo rugosa. Con una vista de fábula.

O qué tal este rincón de cuento de hadas. En algún lugar del bosque, dimos algunas vueltas, bajamos un poco, cruzamos unas piedras, se escuchaba el agua pero no lograba verla, hasta que de repente ahí estaba el arroyo. Apretujando mi espíritu en mi cuerpo, llenando de paz mi alma, con ese silencio que sólo el agua corriendo puede producir para llevarnos a un estado de quietud mental.

 

 

Y da pie a que entre los que compartimos la rodada la amistad se vaya nutriendo a cada pedalazo, a cada pie a tierra, a cada momento que nos detenemos para disfrutar lo que la naturaleza nos preparó desde miles de años para que ese preciso día, llegaramos ahí y nos detuviéramos a disfrutar.

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Nos pudimos dar el lujo de rodar por lugares que nos hacen descubrir a la vez lo pequeño de somos en este mundo y lo grande que puede ser nuestro espíritu al darnos cuenta de la maravilla de ser parte de la naturaleza.


Qué regalo tuve ese día, rodar con un par de leyendas y y grandes personas, de esas de las que ofrecen su amistad sin pedir algo, que comparten por el simple gusto de hacerlo. Que me confirman que como dicen por ahí, “los buenos somos más”, no importa si estamos del lado oeste o este del bosque, no importa si vives en una gran ciudad o una ciudad más pequeña, no importa si tu edad ya suma más de 10 lustros o estas saliendo del cascarón. Compartir en la baika, es universal y es una solución para vivir al máximo…


El primero de 2022

Este será el primer post de 2022, pero me da gusto decir que no es reseña de la primera rodada del año. Estamos casi a final de Enero ya, wow! Ya vse acaba la primera doceava parte de 2022, jajaja.

Bueno, pues si. Ya vamos acercándonos de 300 kms rodados, en la montaña, en la calle. Rodando por pendientes, por disfrute, por deberes.

Uno de mis propósitos es escribir cada semana o cada dos semanas y postearlo aquí, pero me tardé un poco… pero igual otro propósito es no estresarme tanto con cualquier cosa. Así que cómo dirían las tortugas de la Marea del Pacífico Sur: suuuuaaveee!

Aquí vengo y los invito a disfrutar estas líneas, y con ello a descubrir que es lo que cada uno disfruta y aprovechar cada día.

Como estas vacas y sus retoños, descansando a la vera del camino, disfrutando del sol y un viento fresco, casi frío, en un tramo de la ruta que decidí casi sin querer, en uno de mis últimos días de vacaciones de año nuevo. Yo disfrutando la rodada, a mi ritmo, a mi tiempo, ellas ahí, quizás sin saberlo, pero también disfrutando lo que tienen.

O qué tal una vista como esta, los dos lados de mi rodar… el bosque y la ciudad…

Tan ajenos uno del otro, tan parte uno del otro. Tan dispares y a la vez tan intrínsecamente conectados.

Pero me gusta mirar al horizonte. Por eso mi lema es “El horizonte es el límite”.

Puedes descubrir que un camino que parecía terminar en cierto punto realmente inicia ahí.

Puedes darte cuenta que tu visión es mucho más amplia de lo que creías.

Puedes simplemente silenciar tu mente, tu ego, tu inteligencia y quedarte ahí, mirando, oteando, olfateando, palpando el entonrno, los colores, el viento, la luz.

Puedes indagar en ese azul que esconde muchos azules. O esos tonos verdosos o grises que esconden una colina tras otras, un sendero dentro de otro sendero, vida donde todo parece quieto.

Puedes escabullirte en el silencio y la quietud y ser cierto que no estás sólo en esos recodos del camino en esa precisa mañana. Aún sin verles, sin oirles, sabes que debajo de esos árboles o detrás de esas montañas, debajo de ese límpido cielo, hay decenas, cientos de otros ciclistas, de otros corredores, de otros caminantes que como tú saben que la vida no es sólo autos, camiones, trabajo, política, narcos, pistolas, dinero, engaños.

Estamos aquí, cada quien siguiendo su camino pero todos compartiendo un andar, un gusto y en el fondo, un deseo de lograr regresar a casa sanos, gustosos, con energía, con las ganas de hacer de este mundo al menos por este día, un sitio mejor, más sano, más equilibrado, más consciente, más alivianado de como empezó.

 

Y así, poco a poco, día a día, rodada a rodada, caminata a caminata, podremos ir regresando a este mundo el equilibrio que le hemos quitado, podremos ir permeando que no se vale destruir para vivir, no que toda construcción es desarrollo. Simpleza señores, calidad de vida señoras.

 

A seguirle que queda mucho por rodar!

Ro

una rodada mas

No importa donde ruedas, si ya has rodado una o cien veces por ahí, siempre es una vez para recordar. Sentir el aire fresco de la mañana. Oir el roce de las llantas abriéndose paso a traves de la vereda. Ya sea que subas, o bajes. Subiendo vas saboreando la sal de tu propio sudor, bajando el sabor es del polvo y la tierra que vas levantando a tu paso. Los paisajes parecen los mismos pero es ahí donde reside la magia de rodar. Te da siempre una perspectiva diferente, te hace ver lo que ya has vivido y recolectado en tu experiencia desde la última vez que pasaste por ahí. 

No queda más que ir viviendo cada centímetro que ruedas, cada pedaleada, escuchar cada hoja que cruje bajo la llanta, sentir esa piedrita que sale disparada a tu rostro, como un pequeño beso de la tierra a ti por querer venir ir disfrutarla una vez más.

Parajes de ensueño, vegetación y fauna escondidas que nos encumbran a sitios que están muy lejos de godinez, mirreyes, cabezas de algodón y demás fauna humana nos permiten acercarnos a nosotros mismos. Recordarnos un poco nuestra esencia, nuestra chispa cósmica que nos ata al mundo y a la vez nos lleva surcar las nubes de polvo cósmico más allá de la nube de Ohr. Estos de aquí no puedo decir que hayan sido pisados por dinosaurios, porque este, mi bosque, nació hace apenas unos 40,000 años atrás, envuelto en nubes de ceniza y olas de lava que dieron forma a este mágico espacio que protege a la ciudad aunque no lo quieran sus habitantes, y busquen a cada trienio, su propia extinción.

Aquí no importan los títulos, los apellidos, las marcas, las pertenencias, estamos juntos, disfrutando un momento en el espacio y un lugar en el tiempo. Compartir. Esa es la palabra, departir y nutrir nuestra experiencia con la de los otros y condimentar los recuerdos con las historias que cada uno trae consigo.

“Ámonos”, que el sol sigue subiendo, y aún hya mucho que contar… y tú a dónde vas a rodar?

Ro

de caminos y destinos

En ocasiones estamos demasiado imbuidos y viendo a nuestro alrededor creemos estar atascados o detenidos por omisión o flojera. Podríamos ver nuestra propia foto y pensar que cómo es que está tirada la bicicleta, y no estamos disfrutando de ese bosque que nos rodea.

Nos cerramos a una interpretación rápida y generalmente denostativa de nosotros mismos o de los demás. Así nos empuja el sistema, la sociedad… “piensa mal y acertarás” dicen por ahí, y bueno, escucha las noticias y no hay porque pensar otra cosa, ja!

Pero aquí volvemos a lo que nos enseña la bicicleta. Que la esencia es el pensamiento positivo, el esfuerzo siempre da más.

Y aquí simplemente estaba yo dando un descanso a mi bici, luego de hora y cuarto de rodar, 2 subidas al ocho media (en la primera se le safo una palanca y tuve que bajar de nuevo a que se la arreglaran) Y luego tratar de alcanzar a mis compañeros de rodada, pero aquí nos dimos unos minutos, para un tentempie y simplemente estábamos apuntando para seguir el camino.

 

 

 

 

En otros momentos nos encontramos con senderos bastantes claros. Pedaleamos seguros y hasta con una buena anticipación de los movimientos que tenemos que hacer. Tanto así que hasta puedes tener algunas micras de segundo para ver alrededor y extender nuestro ser hasta los árboles que nos rodean.

Podemos calcular la distancia a la “ramona” o descubrir esas piedras camufladas en la orilla de la vereda. Percibimos sin saber cómo ese vereda que sólo descubren aquellos que hemos aprendido a rodar en los bosques, en los desiertos, en las selvas, en la terracería. En dónde si alguien que no rueda, no vería ese sendero como lo vemos nosotros.

Así es como el bosque nos va invitando a adentrarnos en él, nos de su venía y nos acepta. Sabe que somos parte de él, y si de veras somos ciclistas, sabremos corresponder al bosque con nuestra humildad, admiración y agradecimiento por permitirnos cruzar por esos senderos, que desde eones nos han esperado ahí.

 

 

 

 

En otros momentos nos toparemos con estos tramos en nuestra ruta.

Vemos el camino, pero no mucho más allá. No sabemos a dónde desemboca ni logramos identificar todos los posibles obstáculos que se vienen por delante. Pero el ciclista confía en sí mismo, confía en su bicicleta y en que sabrá sortear lo que venga, y confía en el propio camino. Como en la vida, no siempre tendremos certeza en el siguiente destino, pero es la confianza la que nos hará seguir adelante y terminar la ruta.

Lo que uno aprende en estos momentos es a disfrutar más y más lo que podemos ver. Recordamos que la vida misma es un continuo presente, es una colección de instantes que en un tris se convierten en recuerdos.

La vida y la bicicleta, no se viven en el futuro ni en el pasado. Si realmente quieres saber lo que es rodar tienes que aprender ha disfrutar cada pedaleo, cada vuelta de la rueda.

Así como si realmente quieres vivir, tienes que experimentar cada segundo de tu andar, no querer adelantar un futuro que no existe ni un pasado que no esta aquí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

de caminos y destinos

En ocasiones estamos demasiado imbuidos y viendo a nuestro alrededor creemos estar atascados o detenidos por omisión o flojera. Podríamos ver nuestra propia foto y pensar que cómo es que está tirada la bicicleta, y no estamos disfrutando de ese bosque que nos rodea.

Nos cerramos a una interpretación rápida y generalmente denostativa de nosotros mismos o de los demás. Así nos empuja el sistema, la sociedad… “piensa mal y acertarás” dicen por ahí, y bueno, escucha las noticias y no hay porque pensar otra cosa, ja!

Pero aquí volvemos a lo que nos enseña la bicicleta. Que la esencia es el pensamiento positivo, el esfuerzo siempre da más.

Y aquí simplemente estaba yo dando un descanso a mi bici, luego de hora y cuarto de rodar, 2 subidas al ocho media (en la primera se le safo una palanca y tuve que bajar de nuevo a que se la arreglaran) Y luego tratar de alcanzar a mis compañeros de rodada, pero aquí nos dimos unos minutos, para un tentempie y simplemente estábamos apuntando para seguir el camino.

 

 

 

 

En otros momentos nos encontramos con senderos bastantes claros. Pedaleamos seguros y hasta con una buena anticipación de los movimientos que tenemos que hacer. Tanto así que hasta puedes tener algunas micras de segundo para ver alrededor y extender nuestro ser hasta los árboles que nos rodean.

Podemos calcular la distancia a la “ramona” o descubrir esas piedras camufladas en la orilla de la vereda. Percibimos sin saber cómo ese vereda que sólo descubren aquellos que hemos aprendido a rodar en los bosques, en los desiertos, en las selvas, en la terracería. En dónde si alguien que no rueda, no vería ese sendero como lo vemos nosotros.

Así es como el bosque nos va invitando a adentrarnos en él, nos de su venía y nos acepta. Sabe que somos parte de él, y si de veras somos ciclistas, sabremos corresponder al bosque con nuestra humildad, admiración y agradecimiento por permitirnos cruzar por esos senderos, que desde eones nos han esperado ahí.

 

 

 

 

En otros momentos nos toparemos con estos tramos en nuestra ruta.

Vemos el camino, pero no mucho más allá. No sabemos a dónde desemboca ni logramos identificar todos los posibles obstáculos que se vienen por delante. Pero el ciclista confía en sí mismo, confía en su bicicleta y en que sabrá sortear lo que venga, y confía en el propio camino. Como en la vida, no siempre tendremos certeza en el siguiente destino, pero es la confianza la que nos hará seguir adelante y terminar la ruta.

Lo que uno aprende en estos momentos es a disfrutar más y más lo que podemos ver. Recordamos que la vida misma es un continuo presente, es una colección de instantes que en un tris se convierten en recuerdos.

La vida y la bicicleta, no se viven en el futuro ni en el pasado. Si realmente quieres saber lo que es rodar tienes que aprender ha disfrutar cada pedaleo, cada vuelta de la rueda.

Así como si realmente quieres vivir, tienes que experimentar cada segundo de tu andar, no querer adelantar un futuro que no existe ni un pasado que no esta aquí.