Archivos de la categoría GDC Bikers

A los cincuenta y dos

Se llegó la fecha y nos programamos de nuevo a una rodada para festajar la vida. Ahora fueron cincuenta y dos.

Y como se ha hecho una chida tradición, aplicamos la rodada de los 52kms (esta vez nos pasamos un poco, pero no… no es crédito para el año que viene).

Esta vez me acompañaron el buen Roberrr, el Chuy, el Luis y el George… fuimos un buen quinteto y nos aventamos una ruta original, en el sentido que nunca la habíamos rodado igual, aunque si la hayamos hecho varias veces en parte o en un sentido diferente.

Son los regalos y las enseñanzas que nos da la bicicleta en la montaña: Puede ser el mismo camino, pero nunca será igual!

Y a la par de retazo de sabiduría anterior me llegaron varias enseñanzas, varios regalos, varias resignificaciones, varias bocanadas de oxígeno para el espíritu!

Pero no fueron letreros que fueran apareciendo a un lado del camino o pancartas que se quedan inmóviles y se tiran luego de un mitín… fueron momentos, sentimientos y recuerdos que se entremezclaban con el aroma del camino, con el calor del sol que caía a plomo en momentos, o se combinaban con una ráfaga de viento que nos sorprendía en un recodo del sendero.

Ví mi vida desdoblándose sobre el mismo camino mientras iba avanzando por él. Venía trayendo las experiencias vividas en mi adolescencia, en mi niñez, con mi hermano y con mi hermana. Me recordé rodando una bici bmx negra en un lote baldío que hoy no existe (hoy es el archivo municipal de Guadalajara) y como luego de una rampa conocí el sabor de la tierra. Ese mismo sabor que luego probé en otra rodada, muchos años después, con otros amigos.

Recordé a mi querido San Luis Potosí y a  los grandes amigos que siguen por allá rodando bajo ese inclemente sol ,pero ese imparable viento, que hacen una combinación mágica en esas tierras que parecen secas pero en donde  encontré tanta vida y tanta amistad que espero volver algún día por allá. Me acordé de como llegabamos a compartir la única sombra disponible, cuando nosotros 5 nos detuvimos bajo un mezquite, a plena mitad de la polvosa terracería.

Y así también en la vida, como sin importar las diferencias, las esperas o adelantos siempre necesitamos un cobijo durante un momento y es bueno tenerlo compartiendo con otros buenos amigos y compañeros de ruta…

Luego dimos varias vueltas y nos encontrámos de vuelta a la entrada de mi bosque,

Ahora por su lado sur. Nos aprestamos a internarnos de nuevo en la vereda que luego se convertiría en el siempre amigo… “Salsipuedes” y luego la porlongación Mariano Otero. Pero para eso todavía faltaba algún rato, así que cerca de la llamada puerta verde nos detuvimos a deleitarnos con las últimas viandas y hacernos a la idea de agarrar ritmo, y piano, piano, ir pedaleada tras pedaleada de nuevo trepando a través de la terracería y a la luz de un sol abrasador hacer voluntad y no deternos ya para no perder el “vuelito” que nuestras propias piernas sacaban de las últimas fuerzas que nos quedaban.

Así mi vida, los años pasados han sido “Salsipuedes”, han sido tramos a pleno sol y deshidratándome a cada paso, han sido grandes subidas que casi me abaten, pero al final le seguimos, “en pedales” y “pa’delante”, ha habido adrenalíticas bajadas, deleites en el fresco de un bosque, momentos de compartir con los vienen junto a uno y otros instantes en los que solo vamos y nos toca sacar agua de piedras para tanto disfrutar como para superar.

Al final de esta rodada, pude sonreír y de corazón agradecer a mis compañeros de esta ocasión, al George, de los nuevos (bueno, si casi 5 años vale como nuevo) amigos, al Chuy, con algunos años más compartiendo en la chamba y fuera de ella, al Luis prueba de que los amigos re-encontrados son más que valiosos, y el Roberrr, compartiendo desde que sin querer decidimos armar uno de los mejores grupos de ciclismo que ha rodado por estos bosques.

Y bueno, no queda más que seguir empeñándonos, que la vida en algún momento se termina, pero nos toca mientras estamos en ella sacarle lo mejor que podamos, y a mí me tocó la bendición de poder hacerlo con esta gran herramienta de vida que es la bicicleta!

Así que, cincuenta y tres, ahí te voy!!!!

Ro

El primero de 2022

Este será el primer post de 2022, pero me da gusto decir que no es reseña de la primera rodada del año. Estamos casi a final de Enero ya, wow! Ya vse acaba la primera doceava parte de 2022, jajaja.

Bueno, pues si. Ya vamos acercándonos de 300 kms rodados, en la montaña, en la calle. Rodando por pendientes, por disfrute, por deberes.

Uno de mis propósitos es escribir cada semana o cada dos semanas y postearlo aquí, pero me tardé un poco… pero igual otro propósito es no estresarme tanto con cualquier cosa. Así que cómo dirían las tortugas de la Marea del Pacífico Sur: suuuuaaveee!

Aquí vengo y los invito a disfrutar estas líneas, y con ello a descubrir que es lo que cada uno disfruta y aprovechar cada día.

Como estas vacas y sus retoños, descansando a la vera del camino, disfrutando del sol y un viento fresco, casi frío, en un tramo de la ruta que decidí casi sin querer, en uno de mis últimos días de vacaciones de año nuevo. Yo disfrutando la rodada, a mi ritmo, a mi tiempo, ellas ahí, quizás sin saberlo, pero también disfrutando lo que tienen.

O qué tal una vista como esta, los dos lados de mi rodar… el bosque y la ciudad…

Tan ajenos uno del otro, tan parte uno del otro. Tan dispares y a la vez tan intrínsecamente conectados.

Pero me gusta mirar al horizonte. Por eso mi lema es “El horizonte es el límite”.

Puedes descubrir que un camino que parecía terminar en cierto punto realmente inicia ahí.

Puedes darte cuenta que tu visión es mucho más amplia de lo que creías.

Puedes simplemente silenciar tu mente, tu ego, tu inteligencia y quedarte ahí, mirando, oteando, olfateando, palpando el entonrno, los colores, el viento, la luz.

Puedes indagar en ese azul que esconde muchos azules. O esos tonos verdosos o grises que esconden una colina tras otras, un sendero dentro de otro sendero, vida donde todo parece quieto.

Puedes escabullirte en el silencio y la quietud y ser cierto que no estás sólo en esos recodos del camino en esa precisa mañana. Aún sin verles, sin oirles, sabes que debajo de esos árboles o detrás de esas montañas, debajo de ese límpido cielo, hay decenas, cientos de otros ciclistas, de otros corredores, de otros caminantes que como tú saben que la vida no es sólo autos, camiones, trabajo, política, narcos, pistolas, dinero, engaños.

Estamos aquí, cada quien siguiendo su camino pero todos compartiendo un andar, un gusto y en el fondo, un deseo de lograr regresar a casa sanos, gustosos, con energía, con las ganas de hacer de este mundo al menos por este día, un sitio mejor, más sano, más equilibrado, más consciente, más alivianado de como empezó.

 

Y así, poco a poco, día a día, rodada a rodada, caminata a caminata, podremos ir regresando a este mundo el equilibrio que le hemos quitado, podremos ir permeando que no se vale destruir para vivir, no que toda construcción es desarrollo. Simpleza señores, calidad de vida señoras.

 

A seguirle que queda mucho por rodar!

Ro

caminos

Los caminos cada uno los va recorriendo. Es una falacia pensar que el destino, que dios o que Dios nos tiene un camino establecido. El universo es demasiado vasto para dedicarle a uno la atención o marcarnos una ruta hacia cualquier lugar. El universo es generoso y tan lleno de recursos que simplemente está ahí. Espera que cada uno de nosotros se mueva por sí mismo hacia donde crea que es mejor para cada quien.

Y si no, pues eso no le afecta al universo, al destino, a dios, a Dios, eso sólo le incumbe a cada uno. Pero es una simple tesis, ya a cada uno nos tocará comprobarlo, jeje…

Por lo pronto, aquí unas pocas tomas de los caminos que me han tocado recorrer…

A veces, los caminos están trazados pero aún así uno va sobre ellos y a la vez no. Somos y no somos a la vez. Nuestro ser está y no está. Nos desplazamos a través de dimensiones que aceptamos, percibimos pero a la vez no entendemos del todo. Lo vemos pero no lo podemos tocar.

Hay caminos que de repente se abren ante nosotros donde no pensábamos que pudiera haber alguno. Cuando vamos cruzando desiertos, estepas, lomas cubiertas de jardines sembrados de piedras, ovejas buscando agua o alguna raíz que mordisquear, vemos de imprevisto un camino lleno de verde, de fresca sombra. Lienzos de piedra y pinos que no deberían estar ahí.

Veredas ocultas al ojo despistado y hundido en el ajetreo diario, simplemente ahí, esperando a quien quiera descubrir algo que está más allá del estrés de lo usual, de lo “normal”.

Nos toca luego encontrar caminos francos, de esos que invitan a simplemente detenernos unos momentos, de saber que no hay prisa, que el tiempo en sí no existe, que la agenda no tiene una razón vital en nuestra existencia. Que no somos quienes siguen la manecilla o el pulso del cuarzo sino quienes hacemos que éstos tengan una razón de existir. Así, detén tu rila, déjala descansar, mira hacia adelante… el camino no se va… tú vas a él, tu lo recorrerás, tú serás su razón de ser.

Y al final, o será al principio? quizás sea a la mitad de tu recorrido, quizás ni sepas en que momento estás. Pero tendrás momentos en que no verás un camino, pero no porque no exista. Ahí está, sin pendiente, sin prisa, sin horario… está. Esperando, armándose quizás, preparando lo mejor para tí, porque siempre en nuestra vida hay un paso más, una huella que dejar, sea en el viento, en la tierra, en el agua o en el recuerdo de los que junto con nosotros, venimos a este hoy, a este punto de la historia a seguir por los caminos, cada quien el suyo, cada quien a su propio destino.

Ro

caminos

Los caminos cada uno los va recorriendo. Es una falacia pensar que el destino, que dios o que Dios nos tiene un camino establecido. El universo es demasiado vasto para dedicarle a uno la atención o marcarnos una ruta hacia cualquier lugar. El universo es generoso y tan lleno de recursos que simplemente está ahí. Espera que cada uno de nosotros se mueva por sí mismo hacia donde crea que es mejor para cada quien.

Y si no, pues eso no le afecta al universo, al destino, a dios, a Dios, eso sólo le incumbe a cada uno. Pero es una simple tesis, ya a cada uno nos tocará comprobarlo, jeje…

Por lo pronto, aquí unas pocas tomas de los caminos que me han tocado recorrer…

A veces, los caminos están trazados pero aún así uno va sobre ellos y a la vez no. Somos y no somos a la vez. Nuestro ser está y no está. Nos desplazamos a través de dimensiones que aceptamos, percibimos pero a la vez no entendemos del todo. Lo vemos pero no lo podemos tocar.

Hay caminos que de repente se abren ante nosotros donde no pensábamos que pudiera haber alguno. Cuando vamos cruzando desiertos, estepas, lomas cubiertas de jardines sembrados de piedras, ovejas buscando agua o alguna raíz que mordisquear, vemos de imprevisto un camino lleno de verde, de fresca sombra. Lienzos de piedra y pinos que no deberían estar ahí.

Veredas ocultas al ojo despistado y hundido en el ajetreo diario, simplemente ahí, esperando a quien quiera descubrir algo que está más allá del estrés de lo usual, de lo “normal”.

Nos toca luego encontrar caminos francos, de esos que invitan a simplemente detenernos unos momentos, de saber que no hay prisa, que el tiempo en sí no existe, que la agenda no tiene una razón vital en nuestra existencia. Que no somos quienes siguen la manecilla o el pulso del cuarzo sino quienes hacemos que éstos tengan una razón de existir. Así, detén tu rila, déjala descansar, mira hacia adelante… el camino no se va… tú vas a él, tu lo recorrerás, tú serás su razón de ser.

Y al final, o será al principio? quizás sea a la mitad de tu recorrido, quizás ni sepas en que momento estás. Pero tendrás momentos en que no verás un camino, pero no porque no exista. Ahí está, sin pendiente, sin prisa, sin horario… está. Esperando, armándose quizás, preparando lo mejor para tí, porque siempre en nuestra vida hay un paso más, una huella que dejar, sea en el viento, en la tierra, en el agua o en el recuerdo de los que junto con nosotros, venimos a este hoy, a este punto de la historia a seguir por los caminos, cada quien el suyo, cada quien a su propio destino.

Ro

Buenos dias

Puedo asegurar que los días inician con una energía diferente cuando el sol te alcanza mientras ruedas. O al revés, cuando uno rodando se le adelanta al sol y le espera en algún sendero, en la calle, en el cerro o en el desierto al momento de arrancar su elíptico camino por la bóveda celeste.

Una mañana como otras, asomándonos al sur de la perla tapatía… trepando la madre que nos vió a muchos iniciarnos en este mundo… Bugambilias.

Una pausa mientras rodábamos la “media mosca”, en nuestro Bosque la Primavera, coincidiendo con los primeros rayos de sol que empezaban a bailar entre los árboles, recuerdo el susurro de algunas aves escondidas en las ramas que empezaban a llamar a sus vecinas para lanzarse al desayuno… y el Roberrr y yo, agarramos vereda para seguir la ruta y luego ir al desayuno también, en la cafetería de la oficina…

Otro amanecer, hace algunos ayeres con unos viejos grandes amigos, en un paraje ni cerca ni lejos de la perla tapatía, otro bosque, la misma energía, el mismo sol que nos encontraba al arranque de una ruta sabrosa, la conocida “Perrona”, en los alrededores de Atemajac de Brizuela en la sierra de Tapalpa. Disfrutando de la brisa y el aroma de leña que calentaba el café de alguna casa cercana. Con frijolito suficiente para motivar un arranque con energía e impulso por deshojar recuerdos e hilar muchos nuevos.

Aquí un épico amanecer, una de las rodadas épicas, en San Sebastían del Oeste, por arrancar la segunda etapa de un Vallartazo, con 2 emblemas… el Charly “comegalletas”, y el genial “Ricky Mountain”, saludando a la vida, saludando al equipo y al sol que se apresuraba a alcanzarnos para mostrarnos el camino a Puerto Vallarta, unas 4 o 5 horas después.

Otro amanecer, otro grupo de ciclistas, otro terruño, más al norte, acercándonos al altiplano potosino, ya el sol un poco arriba, pero igual concediendo un poco de fresco detrás de un nublado persistente… saliendo de Hacienda Coronado, otra ruta, el mismo espíritu, la misma gran camaradería y hermandad unidos en una ruta difícil de igualar, la etapa 2 de 3, rumbo a Real de Catorce.

Aquí otro amanecer, en los alrededores de Cerro de San Pedro y monte Caldera, los Lizzards, lanzándose con todo por la bajada, aprovechando que el sol aún esta medio lagañoso y medio dormido detrás de la cobija de nubes que se levanta de la sierra de Alvarez.

Y dejemos por ahora hasta aquí los amaneceres, con esta útlima estampa tomada desde el extremo oeste del Lago de Chapala, justo unos minutos después del amanecer, luego de una rodada cadenciosa recorriendo su ribera, para encontrarnos con un nuevo día y poder descubrir que cada uno, es un mágico reinicio de la vida, una nueva oportunidad para seguir construyendo nuestra felicidad, día a día, rodada a rodada.

Buenos días!!!

Ro

Rodar no es de solo uno

Rodar no es cosa de uno sólo. Y no hablo de rodar en solitario o en grupo. Hay para todos y esa es una de las magias del ciclismo. Todos cabemos. Los que gustan de rodar en solitario, los que gustan de rodar en grupo. La bicicleta da para todos y entiende los momentos de cada uno.

Ya comentaba el otro día con Pepe, que los grupos tienen momentos, tienen etapas, por lo mismo de que están formados por seres humanos, son entes dinámicos y simplemente hay que estar atentos y aprender la dinámica… o más que aprender aceptar.

Es bueno cuando vamos varios compartiendo una ruta, cuando vamos compartiendo o creando anécdotas.

Es bueno cuando nos escuchamos a nosotros mismos y salimos a la aventura de descubrir un senderos o indagar si esa vereda del otro día nos lleva a donde creíamos.

Es bueno ir a la par del grupo, jalando o alcanzando, es bueno cuando nos marcamos nuestro propio ritmo y sin más nos detenemos sin necesidad de esperar o que nos esperen a tomar una bocanada de aire o aspirar un paisaje a través de nuestros ojos.

Pero bueno, empecé con esto de que rodar no es de uno solamente, y me refería a que nuestra coprotagonista, usualmente silenciosa es nuestra bici, la baika, estimada rila… Y me acordé de eso hace unos días cuando por la ruta me tocó a mí cargarla, para sortear una bajada de rocas y luego trepar una pared que no eran posible rodar. Y me sentí bien, nos reímos juntos, mi bici y yo, nos platicamos y compartimos también la anécdota… “ya te tocaba” me dijo “Pues sí unas por otras no?” le contesté… y luego de bajar las rocas nos sentamos unos minutos a disfrutar la vista…

un minúsculo valle que se abría hacia el este, nos llevaría hacia la zona industrial de SLP, pero por lo pronto estábamos ahí a mitad de una vereda semi-escondida, entre la planicie de la cañada del Lobo y la presa de San Antonio, sin mucho ruido humano, al pie de la sierra de San Miguelito, yo estirando brazos, ella palpando con sus tacos la tierra seca.

“Listo?” me dijo, “allez pues, si tu lo estás yo también” tomamos posición, trepé al sillín, nos dejamos llevar por el impulso de la bajada y ya me pareció oírla de nuevo “zooooom, agárrate”… y empecé a pedalear. A seguir rodando, juntos, continuando la aventura.

Ro

Rodar no es de solo uno

Rodar no es cosa de uno sólo. Y no hablo de rodar en solitario o en grupo. Hay para todos y esa es una de las magias del ciclismo. Todos cabemos. Los que gustan de rodar en solitario, los que gustan de rodar en grupo. La bicicleta da para todos y entiende los momentos de cada uno.

Ya comentaba el otro día con Pepe, que los grupos tienen momentos, tienen etapas, por lo mismo de que están formados por seres humanos, son entes dinámicos y simplemente hay que estar atentos y aprender la dinámica… o más que aprender aceptar.

Es bueno cuando vamos varios compartiendo una ruta, cuando vamos compartiendo o creando anécdotas.

Es bueno cuando nos escuchamos a nosotros mismos y salimos a la aventura de descubrir un senderos o indagar si esa vereda del otro día nos lleva a donde creíamos.

Es bueno ir a la par del grupo, jalando o alcanzando, es bueno cuando nos marcamos nuestro propio ritmo y sin más nos detenemos sin necesidad de esperar o que nos esperen a tomar una bocanada de aire o aspirar un paisaje a través de nuestros ojos.

Pero bueno, empecé con esto de que rodar no es de uno solamente, y me refería a que nuestra coprotagonista, usualmente silenciosa es nuestra bici, la baika, estimada rila… Y me acordé de eso hace unos días cuando por la ruta me tocó a mí cargarla, para sortear una bajada de rocas y luego trepar una pared que no eran posible rodar. Y me sentí bien, nos reímos juntos, mi bici y yo, nos platicamos y compartimos también la anécdota… “ya te tocaba” me dijo “Pues sí unas por otras no?” le contesté… y luego de bajar las rocas nos sentamos unos minutos a disfrutar la vista…

un minúsculo valle que se abría hacia el este, nos llevaría hacia la zona industrial de SLP, pero por lo pronto estábamos ahí a mitad de una vereda semi-escondida, entre la planicie de la cañada del Lobo y la presa de San Antonio, sin mucho ruido humano, al pie de la sierra de San Miguelito, yo estirando brazos, ella palpando con sus tacos la tierra seca.

“Listo?” me dijo, “allez pues, si tu lo estás yo también” tomamos posición, trepé al sillín, nos dejamos llevar por el impulso de la bajada y ya me pareció oírla de nuevo “zooooom, agárrate”… y empecé a pedalear. A seguir rodando, juntos, continuando la aventura.

Ro

Pie a tierra

Aprovechando el momento que vivimos, o como dijera el jesuita: “estar atentos a los signos de los tiempos”, hoy me siento aquí enfrente de mi papiro digital para comentar una parte del ciclismo que a veces no valoramos y que es una parte intrínseca de nuestro rodar.

Poner “pie a tierra”, puede ser cansancio, puede ser precaución o capaz que hasta simple intuición, pero detenernos en algún momento en alguna rodada, es un hecho que hemos de valorar, apreciar, entender.

Puede ser en el bosque, como cuando íbamos subiendo a Torre 2. En el bosque la Primavera, cuando la temporada de lluvias empezaba y las piedras habían salido a bailar cuando las sorprendió el día y se convirtieron en micro topes en nuestro andar. En plena trepada luego de ya otras 2 trepadas, en donde tenemos unos 12% de inclinación. Si, fue necesario el “pie a tierra”.

Puede ser en el semi-desierto potosino, en las afueras de la capital. Una ruta “tranquila”, con las piedras sueltas de siempre y las omnipresentes espinas que en ocasiones ni perdonan a las llantas tubeless. Recuerdo que también sirvió para que uno de nuestros compas de rodada terminara de recuperarse de una caída de costado, que ya había ameritado un dolac para el dolor de las costillas que en ese momento, para nada que eran “falsas”

Puede ser también en medio de un bosque tropical. Cruzando un “arroyo crecido” que se ha convertido en río y a pesar de lo que pienses, se convierte en una delicia para los fatigados ciclistas que apenas vamos a la mitad de la jornada, cruzando la sierra occidental, entre pinos, sauces, encinos, mosquitos, aguilillas, lodo y escarpados pasos de cabra.

En cada caso descubrimos que no estamos detenidos, estamos retomando fuerzas, descubriendo lo bello que es estar en medio de un entorno que nos impulsa a ser lo mejor que podemos ser, a sacar fuerzas de donde no sabíamos que teníamos, a compartir lo que descubrimos y apoyar al grupo si es que vamos con alguien, o apoyarnos a nosotros mismos si nos toca ese “pie a tierra” en solitario.

Así en estos tiempos, de “contención”, en el que parece que estamos detenidos. Da una segunda vista y descubre que el ciclista que eres, esta presente. Esta viendo alrededor, esta descubriendo con lo que cuenta, agradeciendo lo que tiene y lo rodado y preparándose a continuar la ruta. Por lo que en unos días, unas semanas, en algún tiempo, nos veremos de nuevo compas, en la ruta, en la montaña, en el desierto, en la selva… no importa mientras sea sobre nuestras leales alumínicas…

a rodar!

Pie a tierra

Aprovechando el momento que vivimos, o como dijera el jesuita: “estar atentos a los signos de los tiempos”, hoy me siento aquí enfrente de mi papiro digital para comentar una parte del ciclismo que a veces no valoramos y que es una parte intrínseca de nuestro rodar.

Poner “pie a tierra”, puede ser cansancio, puede ser precaución o capaz que hasta simple intuición, pero detenernos en algún momento en alguna rodada, es un hecho que hemos de valorar, apreciar, entender.

Puede ser en el bosque, como cuando íbamos subiendo a Torre 2. En el bosque la Primavera, cuando la temporada de lluvias empezaba y las piedras habían salido a bailar cuando las sorprendió el día y se convirtieron en micro topes en nuestro andar. En plena trepada luego de ya otras 2 trepadas, en donde tenemos unos 12% de inclinación. Si, fue necesario el “pie a tierra”.

Puede ser en el semi-desierto potosino, en las afueras de la capital. Una ruta “tranquila”, con las piedras sueltas de siempre y las omnipresentes espinas que en ocasiones ni perdonan a las llantas tubeless. Recuerdo que también sirvió para que uno de nuestros compas de rodada terminara de recuperarse de una caída de costado, que ya había ameritado un dolac para el dolor de las costillas que en ese momento, para nada que eran “falsas”

Puede ser también en medio de un bosque tropical. Cruzando un “arroyo crecido” que se ha convertido en río y a pesar de lo que pienses, se convierte en una delicia para los fatigados ciclistas que apenas vamos a la mitad de la jornada, cruzando la sierra occidental, entre pinos, sauces, encinos, mosquitos, aguilillas, lodo y escarpados pasos de cabra.

En cada caso descubrimos que no estamos detenidos, estamos retomando fuerzas, descubriendo lo bello que es estar en medio de un entorno que nos impulsa a ser lo mejor que podemos ser, a sacar fuerzas de donde no sabíamos que teníamos, a compartir lo que descubrimos y apoyar al grupo si es que vamos con alguien, o apoyarnos a nosotros mismos si nos toca ese “pie a tierra” en solitario.

Así en estos tiempos, de “contención”, en el que parece que estamos detenidos. Da una segunda vista y descubre que el ciclista que eres, esta presente. Esta viendo alrededor, esta descubriendo con lo que cuenta, agradeciendo lo que tiene y lo rodado y preparándose a continuar la ruta. Por lo que en unos días, unas semanas, en algún tiempo, nos veremos de nuevo compas, en la ruta, en la montaña, en el desierto, en la selva… no importa mientras sea sobre nuestras leales alumínicas…

a rodar!

dias de seguir adelante

Ya se acercan los días de seguir adelante. Podemos decir que estas últimas semanas han sido surrealistas, lo menos. Entre alarma, zozobra, incredulidad, expectativa. Auto-limitándonos, cada quien a su nivel. Sea como fuere no es sano seguir aislados… el ser humano es un animal social, eso es un hecho y no puede cambiar en 8 semanas.

Ahora estamos como en esta toma, de hace muchos años, puedo decir… una de esas rutas épicas, rodando en bici de montaña de Guadalajara a Tapalpa, casi toda la ruta por senderos, veredas y empedrados eternos, de esos que te hacen amar un seven up o un sidral mundet más que a tu novia de la secu!

Aquí rodando a través de las lagunas secas de San Marcos y Sayula. Dejado atrás ya hace rato el bello Bosque la Primavera y todavía lejos de la sierra de Tapalpa. Pero con la visión puesta ahí, en el horizonte… en esas montañas majestuosas, sabiendo que debíamos subir, por un camino que no se ve, pero que sabemos que ahí esta. Sin temor, y con respeto. Cansado pero con fuerza de nuestro propio reto, y el reto que compartí con varias decenas de ciclistas en esa ocasión. Ya no íbamos en pelotón.

Rodábamos solos, pero acompañados. Cada quien combatiendo sus propios demonios, armando su propia ruta, deseando su propio logro, que en conjunto al final todos compartiríamos.

Así es como estamos ahora, con la vista puesta en los retos, si bien el sendero no ve claro, ahí esta. No tengamos duda y sigamos caminando. No importa que se vea turbio, pesado, cansado (las pendejadas de otros cansan, lo sé) Pero nos toca hacer nuestra parte en esta historia. Y al final espero verlos a ustedes y poder compartir este logro como un triunfo compartido. Listos para continuar?

Ro