Relato de una rodada al nevado

Amanece al pie del Nevado. Vamos arribando poco a poco los que respondimos a la convocatoria al reto de “trepar” rodando a nuestro guardián de occidente. Cinco, quince, veinte, varios más que ya no me preocupo por contar…
Esta ruta fue como tres rutas en una, porque aquí  puedo hablar de la ruta que yo rodé, la ruta que rodamos como el grupo de mis compañeros de trabajo y también, la rodada del grupo completo, entre veinte y treinta ciclistas. Desde el contexto de este último, que muestra esa madurez que trae consigo el rodar en bicicleta, que se convierte en un ente incluyente y tolerante. En donde se reconoce la común meta de todos que es rodar, superar el reto. Y a la vez, reconocer las diferencias, los diferentes tamaños y modos de cada uno de nosotros. Vamos en el mismo grupo, cada quien a su paso. Cada uno lleva su ritmo, pero en los momentos precisos, unos apoyan a otros, si uno se desvía siempre hay un grito, siempre hay alguien que se baja de la bici para ayudar al otro, para marcar una desviación en la bifurcación, y que todos puedan seguir su camino, a su paso, de acuerdo a su propio reto que a su vez es el reto del grupo por consumar la ruta del día.
 
 
Por otro lado, con mi micro-grupo, que viene creciendo, que nos vamos conociendo en las rutas, en las brechas, en los preparativos. Es un gusto tener esta oportunidad, es un honor poder compartir con otros esta misma locura de rodar, de “pagar” para sudar, para cansarnos, para recolectar arañazos, golpes y magulladuras pero al mismo tiempo, superarnos juntos, compartir las sonrisas, los logros de cada uno y luego, las anécdotas, los planes, los triunfos de cada uno, que se convierten en un logro más del grupo.
  










 
 
 
 
 Y finalmente, mi rodada, mi propio reto, mi meta y mi punto de partida al nuevo reto. Pero de momento, en este día, saboreo el sudor, este dolorcillo en el antebrazo que no estoy seguro de donde surgió. Si fue en el jalón al manubrio al librar esa zanja al dar la vuelta sobre las piedras sueltas… o seria en la leve bajada entre dos trepadas cuando la tijera absorbió el golpe al caer en la hondonada. Aún estoy viendo la majestuosa presencia de mi tierra, observando desde ese guardián del sur, cuando llevaba algo así como la mitad de la rodada,  desde la sierra colindante con la lejana costa, más cerca el legendario “llano en llamas” de Juan Rulfo, veo también la sierra de Tapalpa y la otrora laguna de Sayula, hoy el micro-desierto de Sayula. Me rio a mis adentros al ver a lo lejos al Cerro Viejo y el mismo cerro de Planillas, en donde está la Torre 1 de “mi” Bosque la Primavera… 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuántas veces me ha tocado ver mientras subo a esa torre, este “Nevado”, hoy es al revés, hoy estoy aquí, trepando, rodando para superar mi propia meta. Hace un par de años aquí estaba, cansado, bofeado y con mi mal preparada bicicleta, sorteando mis propios obstáculos, hoy de nuevo aquí, más preparado tanto yo como mi bici… disfrutando el cansancio asombrándome con estos rincones en los que retazos de hielo enfrían el aire. Que sorpresa cuando me descubro llegando al “playón”, al puerto de montaña “La Calle”, lo logre, volví a subir, estos más allá de los 3,000 metros de altura, entero, sonriente, y en compañía de otros que como yo hoy lograron superar un reto más…

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