Sssshhhh, nubes durmiendo

Así es, salí este viernes al bosque. Uno de esos días que invitan a no levantarse o al menos a permanecer en el calor de la cocina agotando un buen café. Aún con cierto grado de somnolencia me hice presente en postes, esta vez en solitario, con mi sueño como compañero.
Y vaya rodada que hice, envuelta en esa magia que tantos autores han plasmado en sus cuentos e historias de duendes, hadas y gnomos entre árboles. El ambiente era de un silencio majestuoso, que ha poco iba dando paso a susurros del viento que parecían canturrear una melodía que iba regresando al mismo bosque de su sueño a la vida en este nuevo día. 

Y cuando el viento “tomaba aire”, detrás de mi propio sonido del rozar de las llantas en la tierra empapada por la lluvia nocturna alcancé a percibir el goteo. Sí, pareciese que siguiera lloviendo en momentos, cuando las ramas de cada árbol hacían como extenderse, así como nosotros cuando nos estiramos al despertar, sus hojas estremecidas dejaban que las gotas terminaran su camino hacia el suelo. Hasta de los pequeños hongos que asomaban entre el pasto las gotas se escurrían finalmente de regreso a la tierra de la que habían surgido.
Pero las que parecían no escuchar aún el llamado del nuevo día eran las nubes, hasta yo mismo me sentía conminado a rodar lo más silencioso posible, para no apresurarlas en su despertar, para gozar con ellas el momento que estábamos compartiendo.  

Así desperté finalmente yo este viernes, tan cerca y tan lejos de mi ciudad natal, montado en mi bicicleta, surcando brechas adormiladas y escuchando los susurros de una noche que se despedía y saludaba a este nuevo día.

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