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Reto Wirikuta …

Recuerdo que en ocasiones comentábamos al rodar… que estos parajes, que estas montañas, desde eones han estado aquí tan solo para que pudiéramos cruzar rodando por aquí en ese día… Esas mismas palabras fueron aplicadas hace unos días. Ahora fue un pueblo escondido en el rincón de una sierra, que es la frontera con el norteño altiplano mexicano. Enclavado entre cimas moldeadas por el viento y escabrosas cañadas, ahí nos esperaba Real de Catorce. Desde hace cientos de años, sus ex-minas, sus guijarros, los fantasmas de conquistadores, guachichiles, gambusinos vieron pasar este peculiar grupo multicolor de nuevos aventureros.

Ahora montados en nuestras propias máquinas de aluminio, fierro, carbono. Impulsados por nuestra sangre, músculos, tendones, huesos, risas y espíritu. Mucho espíritu y voluntad entre mezclados para dar esa combinación de energía, empuje, sudor, sonrisas y hasta una que otra lágrima escondida de alguno ante estos maravillosos paisajes de ensueño que no piden nada a otros lares allende el desierto o el mar.

Luego de varios meses de preparación, de planes, llamadas, “whatsappes”, recordatorios para contar con la cooperacha de todos nos dimos cita poco antes del amanecer a las puertas del Real los Alamos, nuestro hogar por un par de noches. Uno a uno fuimos saliendo a la calle y preparando cada cual su montura, ajustando las chamarras, los “buffs”, cascos, guantes y, tras escuchar la sencilla pero hermosa oración en voz de don Pancho, el de Ixtlán del Río, emprendimos el reto… rodar la ruta de Wirikuta, 2019.

Los ciclistas recorrimos calles del pueblo que aún dormía en su mayoría y nos enfilamos al túnel de Ogarrio, marco sin igual para darnos la salida al reto que cada uno traía consigo…

Aquí pego humildemente la ruta que registré yo. La idea es mostrarles en un mapa lo recorrido… alrededor de 50 kms, con una altimetría de unos 1,600 metros, es un reto muy recomendable para todo aquel que ama el MTB. Y que mejor poderlo rodar en compañía de un gran grupo de colegas, amigas, amigos, maestros, hermanos de esta ruta de vida!

 

Apenas empezábamos, fue una veloz pero traqueteada bajada por empedrado hasta un pequeño poblado llamado “el Refugio” y ahí empezamos a rodar sobre caminos rurales y single-tracks, así empezaba la primera de varias subidas que nos cobrarían la osadía de rodar esta ruta. Las palabras tienen una difícil tarea; honrar la belleza del lugar. A las puertas del desierto del norte, no me hubiera imaginado que la vegetación y el entorno semi-árido fueran tan majestuosos…

Viejos lienzos de piedra, bajo un sol de invierno, en otoño
Camino rural, ciclistas de montaña, amaneciendo, fresco, nubes… un combinación mágica
El gran Sabas, de los bosques a estas colinas de pastos. El mismo corazón en diferentes tierras… nota, lo de atrás no es mar… es una alfombra de nubes cubriendo el altiplano
Mi baika, pacientemente esperando a que el jinete termine sus tomas…

 

Y esto apenas empieza…

Cada kilómetro nos va regalando más. Vistas inesperadas, pláticas con viejos amigos de rodadas que coincidimos nuevamente.

El camino se convierte en una vereda y los pedruscos se esparcen por el camino, incrementando la dificultad, entrecortando mi respiración y haciendo que pie a tierra pague peaje a esta ruta.

Volvemos a pedalear, y la vereda se convierte en cornisa que le agrega la sensación de vértigo a la ruta, pero paga con la libertad de ir ahí, donde pocos llegan.

Pueblo fantasma al que le pasamos por un costado, si pones atención aún escuchas los gritos de los capataces ordenando a los mineros, las pezuñas de burros cargando fardos llenos de tierra y piedra, los carretones que van a los pueblos allá abajo, para llevar sus riquezas…

Ahora esos sonidos se opacan unos segundos, mientras pasa la treintena de bicicletas, traqueteando sobre el sendero rocoso, y el resoplar de los ciclistas por sortear el repecho y llegar al punto de reunión, casi a la mitad de la ruta… y aún faltaba…

 

Reto Wirikuta …

Recuerdo que en ocasiones comentábamos al rodar… que estos parajes, que estas montañas, desde eones han estado aquí tan solo para que pudiéramos cruzar rodando por aquí en ese día… Esas mismas palabras fueron aplicadas hace unos días. Ahora fue un pueblo escondido en el rincón de una sierra, que es la frontera con el norteño altiplano mexicano. Enclavado entre cimas moldeadas por el viento y escabrosas cañadas, ahí nos esperaba Real de Catorce. Desde hace cientos de años, sus ex-minas, sus guijarros, los fantasmas de conquistadores, guachichiles, gambusinos vieron pasar este peculiar grupo multicolor de nuevos aventureros.

Ahora montados en nuestras propias máquinas de aluminio, fierro, carbono. Impulsados por nuestra sangre, músculos, tendones, huesos, risas y espíritu. Mucho espíritu y voluntad entre mezclados para dar esa combinación de energía, empuje, sudor, sonrisas y hasta una que otra lágrima escondida de alguno ante estos maravillosos paisajes de ensueño que no piden nada a otros lares allende el desierto o el mar.

Luego de varios meses de preparación, de planes, llamadas, “whatsappes”, recordatorios para contar con la cooperacha de todos nos dimos cita poco antes del amanecer a las puertas del Real los Alamos, nuestro hogar por un par de noches. Uno a uno fuimos saliendo a la calle y preparando cada cual su montura, ajustando las chamarras, los “buffs”, cascos, guantes y, tras escuchar la sencilla pero hermosa oración en voz de don Pancho, el de Ixtlán del Río, emprendimos el reto… rodar la ruta de Wirikuta, 2019.

Los ciclistas recorrimos calles del pueblo que aún dormía en su mayoría y nos enfilamos al túnel de Ogarrio, marco sin igual para darnos la salida al reto que cada uno traía consigo…

Aquí pego humildemente la ruta que registré yo. La idea es mostrarles en un mapa lo recorrido… alrededor de 50 kms, con una altimetría de unos 1,600 metros, es un reto muy recomendable para todo aquel que ama el MTB. Y que mejor poderlo rodar en compañía de un gran grupo de colegas, amigas, amigos, maestros, hermanos de esta ruta de vida!

 

Apenas empezábamos, fue una veloz pero traqueteada bajada por empedrado hasta un pequeño poblado llamado “el Refugio” y ahí empezamos a rodar sobre caminos rurales y single-tracks, así empezaba la primera de varias subidas que nos cobrarían la osadía de rodar esta ruta. Las palabras tienen una difícil tarea; honrar la belleza del lugar. A las puertas del desierto del norte, no me hubiera imaginado que la vegetación y el entorno semi-árido fueran tan majestuosos…

Viejos lienzos de piedra, bajo un sol de invierno, en otoño
Camino rural, ciclistas de montaña, amaneciendo, fresco, nubes… un combinación mágica
El gran Sabas, de los bosques a estas colinas de pastos. El mismo corazón en diferentes tierras… nota, lo de atrás no es mar… es una alfombra de nubes cubriendo el altiplano
Mi baika, pacientemente esperando a que el jinete termine sus tomas…

 

Y esto apenas empieza…

Cada kilómetro nos va regalando más. Vistas inesperadas, pláticas con viejos amigos de rodadas que coincidimos nuevamente.

El camino se convierte en una vereda y los pedruscos se esparcen por el camino, incrementando la dificultad, entrecortando mi respiración y haciendo que pie a tierra pague peaje a esta ruta.

Volvemos a pedalear, y la vereda se convierte en cornisa que le agrega la sensación de vértigo a la ruta, pero paga con la libertad de ir ahí, donde pocos llegan.

Pueblo fantasma al que le pasamos por un costado, si pones atención aún escuchas los gritos de los capataces ordenando a los mineros, las pezuñas de burros cargando fardos llenos de tierra y piedra, los carretones que van a los pueblos allá abajo, para llevar sus riquezas…

Ahora esos sonidos se opacan unos segundos, mientras pasa la treintena de bicicletas, traqueteando sobre el sendero rocoso, y el resoplar de los ciclistas por sortear el repecho y llegar al punto de reunión, casi a la mitad de la ruta… y aún faltaba…

 

Azul y verde

Y muchos otros colores que parecieran no existir, están ahí. Simplemente hay que tomar la bici y rodar unos minutos por las calles de mi ciudad hasta que éstas se convierten en un sendero que bordea una presa. La cañada del Lobo enmarca la presa que lleva su mismo nombre. No he revisado a detalle el origen de la presa, pero creo que era un repositorio de algún manantial y la cuenca natural de los escurrimientos de la frontera noreste de la Sierra de San Miguelito, antes de que su hilo de agua desembocara en lo que ahora es la calzada de Guadalupe, y el centro de San Luis Potosí capital.

Bellos lugares como este no hay muchos. No es necesaria aquí la exuberancia de la huasteca, es asimilar la humildad de estas tierras que con poco ofrecen mucho.

Aquí, apenas pasando la presa, se asoma una trepada que de tan solo verla ya te saca el aire…
Pagando el precio de la trepada, entre rueda y pie a tierra, viene el disfrute de una vista, tan lejana y tan cercana para los potosinos…
Una ventana al cielo con los pies bien puestos en la tierra, dirían algunos…

El azul y el verde son tan solo el marco en el que tonos marrones, cafés, blancos dan forma a mezquites, magueyes espadines, palmas pita y aún pinos comparten el terreno con biznagas, nopales y hasta caballos, que tranquilamente pacen en silenciosos planos entre cañadas.

 

Un maguey espadín, aquí tomando el sol con su arbusto amigo y una miriada de rocas, producto de miles de años de sol, viento y agua…
Aprovechando un hueco en las nubes, tomo la luz del sol prestada para esta toma… de lo rodado
Pinos enanos, encinos pigmeos, cactus, rocas y a lo lejos, la ciudad. Así me gusta… que lo primordial sea lo natural… o no?
Aquí estos amigos, gozando unos momentos de plácido desayuno, seguramente de la misma forma que hace cientos de años lo hacían sus antepasados, los primeros que habían llegado de la vieja Europa

Mi espíritu se expande al ver a mi alrededor, en mi mismo campo de visión los cerros que bajan a la ciudad, más secos y cubiertos de algunos arbustos y las montañas que se alzan cubiertas de arbustos verdes y pinos enanos… que dicha!

La ciudad, arrogancia por crecer = desarrollo mal entendido
La sierra, honor y lucha por prevalecer y darnos razón de ser… y estar

Así la vida nos regala a diario momentos, simplemente hay tomarnos un poco el tiempo para voltear a cada lado, si, quizás un poco de esfuerzo de nuestra parte, pero qué? de eso se trata vivir no es así? La vida es movimiento y no sólo estar sentado en un sillón.

Ro

Rodar

Rodar, suena simple, algunos quizás se acordarán de KungFu Panda 3 y la aldea de pandas…

Rodar, es así y puede ser más complejo, eso depende de cada quien

Rodar, es para unos salir de su cotidiano y apartarse para llegar a algún otro lugar.

Rodar, es para otros, más bien llegar al lugar que para ellos es el real y al cuál ansían regresar

Rodar, es una bicicleta, una vereda, un pedalear y dejarse llevar

Rodar, es verse con amigos de ocasión, e inventar una razón para salir a tomar… consejos

Rodar, es inventar una razón para perderse unas horas y soñar que el mundo es algo más

Rodar, es encontrar un porqué para regresar al mundo con nuevos bríos y capaz que cambiarlo

Rodar, es un manubrio, un par de ruedas, un casco, unos guantes y aguante para llegar

Rodar, es un amigo, una amiga, un grupo, un equipo, un esfuerzo y el tesón

Rodar, es no dejarse, continuar aún con cansancio, una caída, un susto, es seguir la senda

Rodar es ante todo para mí, un estilo de vida, porque no es algo aparte a mí, no es una actividad más que agrego a mis días, es una forma de moverme por la vida, es una manera de ver mi andar, es un cristal a través del cual descubro maravillas de este mundo y si, también de la gente que pasa a mi lado. Es ver mis acciones de una manera más humana, más cercana a lo que me rodea, escuchando de cerquita (Jalisciense, claro). Es sentir el aire mientras recorro mi ciudad (San Luis Potosí por el momento). Es ver de frente a mi prójimo, en la acera, esperando el semáforo, a través del cristal de un auto o de una casa, caminando por el parque o compartiendo la calle o el sendero conmigo por un momento.

Rodar es ver esta foto y ver más allá de la marca de la bici, ver más allá de un lienzo de piedras que tiene años ahí, es ver más allá de los nopales, los arbustos y la tierra roja (como la arcilla de mi bosque La Primavera o Tapalpa). Es descubrir que mi andar viene de más allá de esas montañas que se ven ahí, y que sé que allá hay otros que comparten mi sentir y en ese mismo momento están viendo hacia mí sin saberlo pero con consciencia de hacerlo, y eso nos hace ser más, y eso alimenta la esperanza de que este lugar si nos merece y podemos seguir aquí aprendiendo a amarlo sin destruirlo, conocerlo sin acabarlo, compartirlo sin pelearlo, cuidarlo sin separarlo…

Rodar, es esto y mucho más… chido sería que se motivaran con esta lectura a agregar una frase más

Ro

una vista muchas miras

Cuando rodamos nos encontramos con la magnificencia de un planeta lleno de vida. Podemos ver más allá de lo evidente (diría León O). Rodando, nuestra visión se extiende más allá de las paredes y ventanas de oficinas, talleres, casas y edificios de la ciudad. Descubrimos que no venimos para simplemente pasar los días yendo y viniendo en carros, camiones o mulas. Se descubren ante nosotros parajes que casi no caben en nuestra mirada, así simplemente porque llegamos ahí.

Pero no como milenials que creen que por ser y estar ya lo merecen todo… el ciclista tiene que esforzarse para merecerlo, tiene que moverse por si mismo, caerse y aprender a levantarse para poder llegar y recibir la inesperada recompensa de que en nuestra pequeñez, somos grandes y somos dichosos herederos de una tierra que no es para nosotros… nos es prestada para cuidarla y hacerla llegar a los que vienen después de nosotros.

Simplemente ve…

Gracias al modelo, Toño, si ahí va… encuéntralo

Viene la loma

Pues nos estamos acercando a la época del año que nos invita a disfrutar con la familia, con los amigos. Vienen los días de fiesta y si no nos cuidamos, de comilonas que estaremos llevando a nuestras rodadas al inicio de 2019. Así que a disfrutar cuidando no abusar del pavo, del ponche, los tamales, el atole, la rosca y la sidra, je je.

Aumentan las comidas y disminuyen las rodadas. Tratemos de que la ecuación se mantenga positiva y evitemos llevar esos kilitos de más en Enero a las brechas… Creo que más que ustedes queridos lectores, estas líneas son para mí, je je.

En fin, ahora si aviso que voy a dar un descanso al blog. Tomaremos fuerza para regresar a las rodadas con todo en el siguiente año y planeando los objetivos a alcanzar durante 2019. Vayan pensándolos y estemos listos para compartirlos, porque cuando se publican, se cargan de energía para ir tras ellos. No te los guardes. 

Vienen nuevas rutas, nuevas rodadas, más kilómetros ante nosotros, más que compartir con todos…

Allá, el horizonte es el límite…
Para saber qué es lo que hay más allá, no hay más que empezar a rodar!
A veces no habrá seguridad de ver que hay, pero si no lo rodamos no lo descubriremos.

Vallartazo 2017

Oscuro, el negro de la noche lo cubre todo. Ni siquiera las estrellas se asoman. Ahora son las nubes quienes nos escoltan mientras vamos dejando atrás el pueblo de Mascota que apenas empieza a desesperezarse con los cantos de los gallos. Empezamos una vez más esta rodada épica.

Volteo atrás y veo ciclistas, miro adelante y veo a otros tantos. Voces quedas, el rumor continuo de las llantas sobre el camino rústico que nos va llevando a través de este valle alargado y todavía dormido, flanqueado por montañas y volcanes durmientes. Una vez más, para variar, tan igual y tan diferente. Es como la primera vez que la rodé. El nervio por el esfuerzo que sabemos que se avecina, la emoción de estar aquí, la alegría de disfrutar lo que me gusta, y estar rodeado de otros locos como yo, que pagamos por venir y rodar y rodar. Viejos conocidos y más viejos amigos que vamos compartiendo el camino. Nuevos amigos que se suman esta vez y se han animado a enfrentar el reto de rodar por esta sierra de mi tierra desde Mascota y llegar a la costa de Puerto Vallarta.

Los Valerio, los Fer, los Botargas, los Talas, los inteles (ahora más ex-inteles, jeje), los Greñas, los Estrella, los Gallo, las Chicas, los Oscar,  los Nuevos, los no-tan-nuevos, la porra y todos convocados por el Kaiser. Esta gracia, esta bendición de estar unidos todos en el mismo reto, a la vez de que cada uno lleva consigo su propia meta, su nuevo logro en mente… terminar, llegar en menos tiempo, no bofearse, no pararse en la subida de la pared, no deshidratarse… Esto es el ciclismo de montaña amigos, estos es vivir al 100%!

 

Primer día, nos toca recorrer de Mascota a San Sebastián del Oeste. Una ruta de 50 kilómetros aproximadamente y unos nada despreciables 2,500 metros de trepada acumulada que se presentan desde los primeros pedaleos. En el kilómetro 11 viene la primera prueba, la trepada de la “pared”… de 1,600msnm subimos a unos 2,000 msnm. En poco más de 4 kms.

Y bueno eso no es todo, porque luego de ilusionarnos en una bajada espectacular de cerca de 5 kms, debemos retomar camino hacia arriba para llegar y rozar los 2470 msnm en el punto más alto del recorrido y luego, los últimos 8 kilómetros serán una bajada hasta el mágico pueblo de San Sebastián del Oeste, enclavado en la la sierra madre occidental.

Todo este recorrido lo rodé en algo más de 6 horas, yendo junto con compas… Lasa, don Vic, el Rober y otros amigos de ruta, María y José, el Greñas, Manuel, Erika y Jessy, y otros tantos que tengo en la mente aunque no tenga sus nombres… porque estas rutas nos enseñan que todos vamos juntos, aunque en momentos no nos veamos, compartimos una meta y cada uno va al ritmo que cada uno se marca, simplemente. Vamos disfrutando, saboreando, en la auto-exigencia, con el cansancio, no hay duda, pero en la certeza que disfrutamos todo lo que vemos, oímos, olemos, sentimos… con nuestros sentidos, pero sobre todo con nuestro espíritu y nuestro corazón…

 

 

 

 

Mi fiel compañera de dos ruedas:

 

 

 

 

 

 

 

Luego de unas reparadoras tarde y noche en San Sebastián del Oeste (una pequeña muestra es la comida en la fonda de Lupita),

 

el grupo se vuelve a reunir para el arranque, algo después de las 7 de la mañana en la salida del pueblo. Y los treinta y tantos que seguimos (alguna bici sufrió falla mecánica y algún ciclista decide no continuar), arrancamos ahora hacia Puerto Vallarta.

Cualquiera pensaría (yo lo pensé la primera vez que rodé el Vallartazo) que el segundo día sería una perita en dulce, fácil, descansado, simplemente bajar a la playa. ¡Pues no!, es una rodada de otros 50 kms aproximadamente, que nos lleva a subir la parte frontal de la sierra madre occidental 3 veces si mal no recuerdo. Y acumulamos sus nada despreciables 1,000 metros de trepada. Eso sí, los paisajes son majestuosos, para muestra, chequen las fotos de algunos de los parajes que quise captar con mi lente… es una experiencia única rodar en el bosque alto, con pinos y encinos, y luego bajar a vegetación más húmeda, árboles tropicales, selva tal cual, en dónde cruzamos arroyos no una, no dos, sino cerca de 20 veces. Ni que preocuparse de secar tus pies ni la bicicleta, porque vas a seguir cruzando agua, ya tu bicicleta empieza a sonar como esas viejas tortillerías del barrio. Y luego vuelves a subir, y de nuevo bosque de pinos, y bajas otra vez, y así de nuevo. Pisas arcilla, tierras negras, tierras cafés, piedras de arroyo y lodo… mucho lodo que no te permite rodar siquiera una pedaleada. Hay que solidarizarnos con nuestra montura y cargarla para poder pasar, mientras te hundes en el fango hasta el tobillo.

Una de las bajadas que nos impulsan para cruzar cual saetas en el espesor de la selva

 

La bulera, un oasis, en el oasis

 

Rober, como todos nosotros aprovechando unos minutos reuniendo fuerza para la siguiente trepada

 

Aquí en una tinajita en el remanso del último arroyo que cruzamos, ya en pos del último impulso antes de completar la faena

 

Todo esto es la aventura y como tal lo recibimos, lo vivimos, lo gozamos, hasta que viene la bajada “larga” que nos deja ya a nivel de mar y en la parte oriental del valle de bahía de Banderas, sólo quedan 10 kilómetros por rodar, casi todo plano, ya con un camino muy hecho, sientes la humedad de la costa y saboreas la sal del mar que pareciera escucharse a lo lejos, allá donde si uno se fija a través de la bruma se ven las torres de hoteles y condominios. Pero nuestra parada nos lleva al crucero el Colorado, a pie de carretera, unos kilómetros antes de Puerto Vallarta, ahí nos espera el camión y ahí vamos llegando todos los aventureros, que gracias a dios, a la habilidad de cada uno y la solidaridad de todos, lo hemos logrado una vez más, cansados, sudados, pero más vivos que en la mañana, satisfechos y felices por vernos de nuevo, por haber compartido juntos una aventura más y por regresar para poder contar esta aventura sin igual!

 

¡A rodar!

NOS OIMOS ESTE VIERNES 6 de OCTUBRE:

En Bicicleta
También este viernes escucha a Rogelio Castillo quien nos platicará de su proyecto Rodando mi tierra!!! 5:00 pm en Radio Vital 1310 AM

 

Al mirador de Techaluta y de regreso…

¿Cuántas veces habré ya rodado estos caminos y terracerías? He cruzado estas colinas y estos valles muchas, muchas veces… y cada vez es como si fuera la primera vez!!!

Tomo mi bicicleta, me impulso a mi mismo en los pedales y tan solo dejo que el camino me lleve hacia adelante, más allá de mis deberes urbanos, lejos de los falsos dioses. Al principio, mi cuerpo protesta por empezar a moverse, mis músculos se quejan por el esfuerzo que les estoy pidiendo, pero pronto es mi alma quien toma el control y me lleva a mi propio ser a otro nivel de vida.

¿En dónde estoy? Estoy en los alrededores de Atemajac de Brizuela, un hermoso pueblo cerca de Guadalajara y afortunadamente uno que todavía esta escondido para los turistas. Aquí pueden encontrar todavía una forma genuina de la manera de vivir en los pueblos y villorrios de la región sur de Jalisco. Viejas casas de adobe, calles todavía empedradas, y la gente del pueblo compartiendo su vida entre las fiestas religiosas (y tienen muchas) y el preparar o trabajar las tierras de cultivo así como ordeñando vacas o llevándolas a pastar.

El tiempo parece haberse detenido aquí. Todavía hay gente que prefiere seguir moviéndose en caballos entre los ranchos y algunos de nosotros aprovechamos para rodar en bicicleta utilizando esos caminos rurales, algunos de los cuales nos llevan a ascender a las cimas de las montañas o tomar buenas bajadas desde las colinas a alguno de los valles que cubren este espacio de mi tierra y mi tiempo.

Esta vez, yo inicié  mi rodada en Atemajac de Brizuela y fui al mirador de Techaluta (una rodada de unos 16 kms). No estoy seguro de poder plasmar lo que vi en el trayecto y los sentimientos que surgen cuando contemplo estas hermosas vistas. El mirador es un de los puntos más altos en estas montañas y puedo ver las lagunas secas de Sayula y San Marcos. Y más allá en el fondo de esta postal, en lo más lejano de mi vista, veo al más alto guardián  del oeste, “El Nevado”.  Es mi testigo silencioso de que llegué, y pareciera estar sonriendo en honor al esfuerzo de mi cuerpo y de mi alma, que llegaron hasta aquí luego de casi 2 horas de pedalear entre pinos y encinos, cruzando planicies donde las vacas pastaban y en donde pequeños conejos silvestres regresan espantados a sus madrigueras luego de que los sorprendiera a mitad del camino rodando sobre mi bicicleta.

Ro

Ánimo que la semana empieza

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Mucho se ha rodado ya… aún mas nos queda por cruzar, por trepar, por bajar, por compartir… por disfrutar.

Sea en las calles, sorteando baches, superando topes, eludiendo conductores con síndrome de negación al cambio…

Sea en la brecha suburbana, con el charco de temporal, superando perros enjundiosos…

Sea en la montaña, viendo desde una persepectiva diferente el andar de la ciudad, de la sociedad…

No importa como sea que ruedes, lo importante es rodar y con ello demostrar que la vida desde otros modos y gustos se puede disfrutar!!!

Feliz inicio de semana!

Ro

Ruta, ciclistas y más

Rutas hay muchas, nombres aún más.

Hace unas semanas tuve la oportunidad y el privilegio de rodar una emblemática ruta en bici de montaña, en compañía de una treintena  de otros aventureros… o locos, depende a quién le pregunten. Entre pequeños y alargados valles. Subiendo y bajando cerros, cruzando la cordillera, la meritita Sierra Madre Occidental. Paisajes que nada piden a los más afamados directores de fotografía, y que llenaron mi  mi alma con el orgullo de ser hijo de esta tierra, de gozar este plano de mi existencia entre sierras de pinos y cañadas de humedales y ríos que serpentean como sensuales amantes, acariciando con pasión la base de las montañas… aunque lo último que sentí fue caricias, y no por eso no lo goce, je je.

Voy a tomar prestadas unas fotos de Chuyo Lopper, ya que por cuestiones técnicas yo no pude tomar fotos luego de los primeros cruces… jeje.

Cruzando arroyos que se convirtieron en ríos y cayendo en pozos ocultos por la misma corriente.

foto de ChuyoLopper
foto de ChuyoLopper

 

 

Trepando colinas para sortear al caudaloso río, caminamos senderos de mulas y vacas.

Foto de Chuyo Lopper
Foto de Chuyo Lopper

No sé como ellas logran caminar por aquí, en donde en ocasiones el ancho del sendero era solo un poco más ancho que una de mis pisadas. Íbamos la treintena de ciclistas como malabaristas de circo llevando a la postre nuestras propias bicicletas, a veces al vilo, a veces jalando, otras al estilo del crucificado… pero al final todos con la confianza -simulada o no- en nuestros guías que al final nos llevaron al camino trazado, que nos debería de llevar a nuestra primera meta en este paseo de dos días.

 

 

 

 

Chuyo Lopper photo
Chuyo Lopper

Pero antes,  luego de una de las mejores muestras de lo que es rodar en equipo, de lo que es rodar en la montaña, cruzamos al río que nos había estado acechando desde kilómetros atrás. Y de esto de hacer equipo, el ciclista de montaña si que sabe. Es una parte íntegra del ciclismo de montaña, hacerse uno entre todos, no es batallar contra la naturaleza, aunque sí, tienes que hacerte fuerte para estar a su altura. No se trata de domarla, sino de hacerte uno con ella. No venimos a destruirla, venimos a honrarla, a aprender de ella, a contemplarla en activo! Es encontrar la manera de junto con ella superar el obstáculo y lograr completar el reto que tenemos, nosotros de sortear los paisajes y de ella de mostrarse majestuosa pero noble, firme pero generosa… en la foto, Chuyo, creo que capto la esencia… Aquí se hizo la cadena, para ayudar a pasar las bicicletas de los que veníamos, primero levantando las bicis sobre el agua hasta cruzarlas al otro lado, y luego como esos juegos mentales, irnos apoyando cada uno para que nadie quedara  del otro lado o que se lo llevara la corriente.

Así fuimos acercándonos a la meta del día, completando más metas de las que teníamos pensando, nos íbamos conociendo con cada kilómetro rodado, en ratos como pelotón, en otros como la serpenteante cadena de colores mientras nos extendíamos a lo largo de cientos de metros, en otros siendo motas de colores cuando cada uno iba tomando un propio ritmo hasta alcanzar a otros o ser alcanzado. Íbamos descubriendo el camino mientras nos íbamos también conociendo a uno mismo…

-cont-