Y que me caigo

A todos nos puede pasar, y las mejores veces es cuando lo puedes contar, je je.

Hoy empecé el día tranquilamente, preparé mi bicicleta y me lancé a las calles, para ir a trabajar. Voy como usualmente, por calles tranquilas, vías secundarias, rodando a la defensiva, multiplicando mis ojos, oídos y hasta el olfato. Me detengo en una tienda, de esas cuyo nombre empieza y termina con “o”, y tiene por ahí unas xx en medio. Compro una hielera (nefastas!) de hielo seco, para llevarla a mi primer escala ya que la necesitaríamos después.

Primer detalle, aunque le puse la parrilla a la bici, olvidé los lazos elásticos con los que se supone iba a amarrar la hielera, segundo detalle; con el clásico “tatanka todo lo puede”, se me hizo fácil tomar la hielera con mi mano y como venía en bolsa pues no vi mucho problema llevarla agarrando junto con el manubrio… arranqué…

Un par de cuadras sin problema, estoy a no más de 10 cuadras de mi destino… empiezo a sentir algo raro con la hielera, se mueve más de lo que pensaba, retiro mi mano un poco más hacia el extremo del manubrio y salvo el momento… se me hace curioso, ¿cómo se mueve tanto? por lo mismo que viene vacía, el material del que esta hecha, y yo que voy tomando un poco más de velocidad. Veo que se mueve más y todo se alinea… la hielera se mueve hacia el cuadro de la bici, mi rodilla queda en el lado externo de la hielera y, lo que siguen son conjeturas mías… con mi propia pierna empujo la hielera hacia la llanta, yo sin soltar la hielera provoco que la llanta se atore en seco y provoco salir volando de frente sobre el manubrio… creo.

Me veo cómo desde fuera de mi por un instante, cómo si viera a través de una cámara colocada arriba de mi casco, ya no cayendo, sino levantándome “en infinitum” ya que iba circulando por Av. Tepeyac. Ahora, un efecto de succión visual y ya no me veo a mi mismo desde fuera, ahora veo el rostro de dos personas, un señor de mediana edad y un joven que me ven y me dicen: “¿Estás bien?… ” – si estoy bien, ¿cómo me veo?- atino a responder. “Sólo tienes raspones, pero si estas bien?” – Si, algo aturdido, pero muchas gracias. – contesto.

Agradezco nuevamente y veo que aún tengo sostenida la hielera, la solté en algún momento?, reviso que aún tengo mi mochila, el celular, el casco…todo en su sitio al parecer… Entonces retomo la ruta, pero a las dos cuadras siento algo líquido rodar de mi nariz hacia mis labios, y no, no es vino tinto… me limpio con el dorso de mi mano y veo ese bello color rojo de la sangre… hago a bien detenerme en la siguiente esquina y es cuando empiezo a preguntarme:

“Uhm, ¿qué hago aquí? (y no, no es la pregunta clásica del adolescente)”, veo al fondo el puente atirantado pero “no logro identificarlo”, es cuando digo, “uhm, algo no esta del todo bien”, “¿por qué la bici?, ¿a poco si puedo guardar la bici en el colegio?”, chale, y siguen mis preguntas: “¿a qué colegio voy?”, volteo a la esquina de la casa que tengo a mi derecha, y veo Av. Tepeyac, ah! ok, ya se dónde estoy, el edificio de la izquierda, “si estaba ahí?”…

Es cuándo afortunadamente, mi orgullo huyó despavorido y llegó la sensatez, toqué mi teléfono, “tengo que marcarla a Sofi” (mi esposa). “No te hagas el valiente, estas sangrando de la nariz y estas desorientado, aparte ella esta ahí en el colegio a donde vas.”

Marco, me contesta, y con toda la tranquilidad de que soy capaz en mi intranquilidad, le comento que me caí, que estoy bien, pero que lo mejor sería si puede ir por mi, porque si me desorienté. Cuál ángel sanador, llegó por mi, subimos la bici al carro y nos enfilamos al colegio… ¡ah si! la hielera se rompió…

Ya en el colegio, uno de los maestros es doctor y me revisó; escoriaciones, en antebrazos, golpes en pantorrilla izquierda y muslo derecho (¿por qué? no se), raspones a un lado de la nariz, barbilla y entrecejo (seguramente este último provocado por el casco que hacia su trabajo). Una leve conmoción, que amerita reposo y observación en casa…

Y aquí estoy, contento de poder contarla, por saber que tengo a bellas personas a mi lado, mi gran compañera presta a apoyarme y cuidarme. En casa, reposando y recuperándome. Aprendo la lección: no cargues hieleras de hielo seco agarradas con la mano mientras ruedas, no te hagas el “tatanka todo lo puede”.

Les debo las fotos, cómo se imaginaran, no tuve tiempo para eso.

Y luego de que me recupere… a rodar!

Ro

2 thoughts on “Y que me caigo

    1. Gracias, ya estoy en eso… al menos ya rodé en la montaña una tranquis y ya llevo un par de nuevo en la ciudad… pero me falta rodar la misma ruta que fue la del “evento”…

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